sábado, 19 de diciembre de 2020

§ 2.180. El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962)

    Crítica mordaz y brutal a la alta burguesía que es incapaz de salir de sí misma y que, en el fondo, se comportan como cualquier persona. En un momento de presión se comparan exactamente igual.
    En encerrados en una casa sin poder salir después de una fiesta los asistentes comienzan a mostrarse como realmente son. Entiende Buñuel que los humanos nos comportamos igual ante las mismas circunstancias, con independencia de la clase social de la que procedan, 'alta' o 'baja'. La resistencia a salir de la habitación de los asistentes a la cena no tiene explicación. Es una parábola sobre la imposibilidad de la clase burguesa a salir de sí mismo. Aunque se encuentran perdidos en sí mismos, viviendo situaciones endogámicas, cerradas y claustrofóbicas son incapaces de escapar de su propio destino, de su propio círculo, de su ambiente cerrado.
    Las mujeres comienzan a gritar, los hombres empiezan a picarse los unos contra otros. Nadie se explica por que´no son capaces de salir de la habitación. 
    Es interesante apreciar que los sirvientes se fueron antes de que empezara la cena, como si algo les empujara a ello. El único que se queda, Julio, explica que se fueron una hora antes de empezar la cena sin ninguna razón aparente para ello. Se fueron obligados por las circunstancias, pero sin ser capaces de explicar o razones a qué se debía dicho comportamiento. Las ratas, dice un burgués, que abandonan el barco sin saber por qué.
    El hombre que estaba enfermo finalmente muere en la segunda noche en la que están encerrados. La animalidad se comienza a mostrar con toda su crudeza cuando revientan una tubería para poder beber agua, o cuando Julio le enseña a una mujer a comer papel, porque se hace de los árboles.
   La colectividad burguesa no es capaz de organizarse para adoptar un plan para salir de la casa. Nadie toma el mando de las operaciones, nadie propone nada. Por otro lado en la calle la policía tampoco es capaz de entrar en la casa. No se explica qué ocurre o cómo se puede explicar la incapacidad de unos para salir o otros para entrar en la casa. Probablemente eso es la burguesía, un sistema social poco permeable que dificulta entrar en él pero también salir de él. Uno es burgués aunque no tenga nada que comer, no tiene que ver con la situación económica, sino con la extracción social.
    La presencia de las drogas también es una cuestión relativamente importante. El dueño de la casa tiene una cajita con morfina y otras drogas. El joven las ansía.
    La grosería, la violencia, la suciedad, dice uno de los protagonistas, es lo que siempre he detestado, y ahora convivo con ellas con naturalidad. Se vuelve al sitio del que siempre se ha pretendido huir.
    Los corderos aparecen, como metáfora que recuerda que el campo tiende a invadir la ciudad cuando ésta se despuebla. Son cocinados y se empiezan a destrozar los muebles para hacer fuego dentro de la casa. 
    Fuera, mientras tanto, diferentes personalidad pretenden entrar en la casa. Los políticos, el clero, los niños. Son incapaces de entrar en la casa.
    Algunas mujeres comienzan a hacer sortilegios con patas de gallo, a analizar las señales de las plumas de las aves, con el propósito de explicar qué ocurre. Otros hombre gritan reclamos masónicos para que sean ayudados. Fórmula ambas para explicar qué ocurre y pedir ayuda para salir de sí mismos. Cánticos religiosos se escuchan, como si se ratee de un miserere. Sueños terribles circuncidan los débiles sueños de los burgueses. Siempre violentos, siempre sorpresivos e incoherentes. La placidez de su existencia se ha tornada en brutalismo, depravación y violencia.
       En un armario aparecen dos muertos. Y los corderos son sustituidos por un oso, un oso pequeño que se pasea por la habitación adyacente. 
    Pasan los días, pasan las horas, pasa el tiempo y nada cambia. No son capaces de salir ni los de fuera entrar. Desde fuera se aprecia que se ha colocado una bandera amarilla, porque ha sido declarada en cuarentena la casa. Los criados y sirvientes han aparecido de nuevo. Llegan a la puerta de la casa sin saber por qué. Nadie les ha llamado. Paralelamente algunos asistentes luchan entre sí, no se sabe por que. El dueño de la casa parece imponer cordura a la situación.
    No sé qué representan los animales en las escenas. La brutalidad del ser humano, su animalidad, sus instintos más primarios, no lo sé. Tampoco entiendo qué significa la mano autónoma que aparece arrastrándose por el suelo y la mujer aplasta con un objeto, probablemente un cuenco. Alucinaciones, desvaríos, etc. El surrealismo de su amigo Salvador Dalí tendía mucho que decir en estas escenas.
    Aunque no he entendido la totalidad de las cuestiones me ha parecido muy interesante, como siempre que la he visto. Probablemente no exista una sola explicación, no creo que su creador pretendiera elaborar un discurso con lectura única.    
    A lo mejor para salir de sí mismos, los asistentes tiene que colocarse exactamente en la misma posición que se encontraban cuando empezó la velada. Parece que esa es la fórmula para conseguir dar por terminada a la situación. El tiempo y el espacio se detuvieron cuando la adulación y el halago fue puesto en marcha. Sólo en ese momento son capaces de abandonar la habitación. Se ponen en marcha todos a la vez cuando entienden que todo debe seguir, continuar. Abren la puerta y caminan hacia afuera, sin poder explicar qué ha pasado o por qué han permanecido dentro tanto tiempo sin poder salir.
    Seguro que puede extraerse una lectura marxista de todo esto, de la preeminencia de la lucha de clases y demás.
    La película termina con una misa en una iglesia con todos los asistentes a la cena perfectamente vestidos y arreglados. Véte tú a saber qué quiere decir Buñuel, ateo confesó, valga la contradicción.
    Los asistentes a la misa no son capaces de salir de la iglesia. Se produce la misma imposibilidad de abandonar un lugar... Cuando salen a estampidas son reprimidos por el ejercito y las ovejas entran en la iglesia.

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