miércoles, 9 de diciembre de 2020

§ 2.157. Queimada (Gillo Pontecorvo, 1969)

    Pontecorvo sólo hizo 5 películas: Prisioneros del mar (1957), Kapo (1960), La batalla de Argel (1966), Queimada (1969) y Operación Ogro (1979). Prestigioso en su momento gozó de mucha popularidad entre la gente militante de izquierda.
    Protagonizada por Marlon Branco y Evaristo Márquez, un auténtico nativo convertido en actor no profesional que no participó en muchas películas, narra un imaginario motín de los negros esclavos de una isla imaginaria en el Caribe dominada por los portugueses. Los británicos mandan un aventurero con el objetivo de entrometerse en la rebelión de los esclavos contra los portugueses para hacer que el equilibrio de poder vire hacia dominio inglés. Las estupendas plantaciones de caña de azúcar. 
    El control dialéctico que ejerce el protagonista sobre los blancos de la isla que aspiran a convertirse en una nación y el discurso sobre el costo de los esclavos en relación con los asalariados es un ortodoxo discurso marxista.
    Cantidad de extras, una música casi sacra, de Ennio Morricone, una interpretación apabullante de Brando, una gran frescura en la de Evaristo y un guión bien diseñado, sobre todo para mostrar la evolución del motín en la persona de José Dolores. Se le facilita primero el enganche emocional del dinero y del robo del banco, luego se le enseña a matar para proteger a los suyos, más tarde se le sitúa como Presidente del país, rigiendo un 'gabinete' de hombre blancos que, en realidad, dominan la isla y sus riquezas. El vacío de poder que experimenta la isla pretende ser ocupado por Inglaterra mediante su ofrecimiento como solución para civilizar y modernizar la isla, el país.
  La narración explica cómo el negro erigido en Presidente cesa en su cargo por verse incapaz de llevar a buen puerto el país. Se coloca un preboste blanco pero el espíritu revolucionario de los negros sigue vigente. Pasan diez años y llaman de nuevo al inglés, para, en la medida de lo posible, tratar con José Dolores para aplacar la revuelta. Ahora ya no trabaja para el ejército británico, sino para la Royal Sugar Company. Sus planes se centran en en cómo aplacar la revuelta, no en la razón o el por qué de la revuelta. 
    La exposición que realiza sobre el valor del guerrillero frente al del soldado profesional es tan real como la vida misma, con una fuerza y una vigencia radical. El plan del inglés para sofocar la revuelta es espantoso: erradicar todas las poblaciones que dan cobijo y cobertura logística a los insurrectos que se esconden en las colinas. La isla vuelve a ser quemada. El elogio del guerrillero, de las insurrecciones civiles y populares es evidente, recodando algo a lo acaecido en la Isla de Cuba (sólo) diez años antes.
  Inteligente visión, no excesivamente bondadosa, de la realidad que acontece en los procesos emancipadores de las colonias o urbes. Ya lo analizó en otra película suya La batalla de Argel, y en este insiste.
    Hasta donde alcanzo a vislumbrar entiendo que esta película fue un éxito de crítica y público. Una película muy recordada, muy célebre. Me ha gustado mucho, es instructiva. Hay que ver de todo, naturalmente. No es, con todo, mi discurso ideológico.

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