miércoles, 2 de diciembre de 2020

§ 2.144. Un vaso de whisky (Julio Coll Claramunt, 1958)

    Película española de finales de los cincuenta, con Rossana Podestà, Arturo Fernández, Marta Flores, Carlos Larrañaga, Carlos Mendy, Armando Moreno, Milo Quesada, George Rigaud, Yelena Samarina, y José María Cases.
    A la dirección un Coll Claramunt que hizo muchas cosas en los 50 y 60, no sólo cine. Desde ahora lo pongo en mi radar para intentar ver más cosas suyas. Aunque tiene ese toque moralista del cine político de los años franquistas es una muy buena película, una especie de cine negro a la española. Bien desarrollada, bien trazada, con un guión muy bien narrado y con un resultado óptimo. Una gran película, que me ha gustado mucho. 
    Un blanco y negro precioso, en una historia tantas veces contada... pero en este caso de manera magistral, me ha parecido estupenda.
    Vida disipada en el Madrid de postguerra, boxeadores enamorados de chicas malas, vividores que viven de las extranjeras. Ambientada en la Costa Brava, cuenta varias historias paralelas con un evidente propósito moralista, como bien se precisa al comienzo de la película cuando un cartel alerta de que las acciones humanas, las buenas y las malas, provocan efectos, a veces indeseados, en otras personas. Lo que hacemos, todo lo que hacemos, tiene consecuencias.
    El trasfondo moral es evidente, aunque cierto, pero el escenario en el que se mueve el discurso no es mejor para ese tipo de dramas humanos. Hay escenario más 'espectaculares' para ello, aunque este tiene la virtud de proyectarse en un teatro diario, que le puede pasar a cualquiera. No se sabe si lo pretende mostrar son las consecuencias de la vida disipada o los pecados de juventud de unos chicos desenfrenados en una edad y una época propicia para ello.
   La chica está enamorada de un boxeador, que la adora. Pero ella está enamorada de Victor, que es el playboy que vive de las mujeres y se encuentra varado en un hotel de playa en la costa por no haber podido pagar el alcohol de la juerga y el pequeño bote que quemaron. En realidad ya tiene el dinero que le ha dado la chica, que, a su vez, le ha dado el boxeador. 
   Cuando el gato aparece muerto, maltratado después de haber estado en la habitación de Victor, el protagonista, todo parece cambiar. Se le entierra pero la chica, la dueña del hotel, experimenta un vacío emocional que intenta suplir el desenfadado y vividor protagonista.

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