sábado, 9 de noviembre de 2024

§ 3.564. El hombre que cayó a la tierra (Nicolás Roeg, 1976)

 
Experimento fílmico, poesía abstracta, sensibilidad postmoderna, sueños metálicos y sensacionalismo capitalista abusivo y sin sentido. Diseño semi-apocalíptico, simpleza estructural y nula capacidad de emocionar de una manera clásica u ortodoxa, como las películas que me gustan. 
Una formadle contar diferente, tiene que gustarte o no. Si es que sí, te agradará verla, si es que no, desearías no haberla visto porque te hizo perder el tiempo. 
Un hombre sin tiempo, sin lugar, sin pasado, sin futuro, no se sabe de dónde viene y tampoco a dónde va. Qué quieres hacer o qué le motiva a hacer. Ese velo de oscuridad, a veces compleja a veces simple no funciona.
La cinta es demasiado larga, por momentos aburrida, tediosa y difícil de seguir. Juega mucho con la imaginación del espectador, que puede componer el fresco del cuadro completo conociendo solamente una parte. 
El hombre es como si fuese capaz de ver en el momento presente todo lo que ha pasado en ese lugar en el pasado.
No me ha gustado especialmente. Pertenece a ese género entre futurista y abstracto que no sabes muy bien cómo funciona y cuál es su pretensión. 
Me gusta más el cine clásico, ortodoxo, con desarrollos lineales, sencillos o complejos, pero lineales. Inteligentes y difíciles, pero lineales, aunque en su composición se alteren las líneas de tiempo. Pero en esta nueva moda todo juega con reglas nuevas, diferentes, no lineales. Y para ver alguna cosa está bien, pero no como fuente principal de mi dieta. 


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