Un noir diferente. Angustioso, médico, psicológico. Música ruidosa y estridente, acorde a la historia que nos cuenta.
Un trio protagonista de escándalo: una Joan Crawford absolutamente imperial, dominando toda la escena, todo el desarrollo de la historia; el gran Van Heflin con su característico pelo rojo, y el magnífico actor que es Raymond Massey, que haciendo de perverso no tiene rival.
La enfermedad mental, la esquizofrenia, los tratamientos médicos, la evolución de la obsesión amorosa como desencadenante y, a la vez, catalizador de la enfermedad tiene su gracia, su aquel y su sentido. El tránsito de una mera obsesión a una auténtica enfermedad está muy bien subrayado en la historia, quizá algo amanerada, pero sincera. ¿Se puede enfermar de amor? Seguramente sí, como de cualquier otra obsesión humana.
Crawford fue candidata a los Oscar por su actuación, pero, no sé bien por qué, gano Loretta Young en "Un destino de mujer", dirigida por H.C. Potter, que no he visto. Pero tiene que ser un papel magnífico, porque esta cinta es extraordinaria y el papel de ella espléndido.
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