Parece mentira la actualidad de esta película. El cine no trata de actualidad, o de angiüegdad, sino de emociones vitales, de ayer, de hoy, de siempre. Y las de esta cinta son primarias, de las que brotan a flor de piel. Progreso, salir de la calle, progresar, amar, crecer, creer en uno mismo, ser capaz de resistir, sobreponerse, luchar por los sueños de cada uno.
Un melodrama de toda regla, con una Joan Crawford en estado de gracia. Delicada y fuerte a la vez. Junto con un Spencer Tracy muy joven que a su lado parece más pequeño, menor. Es un gran actor, pero en las escenas que están juntos es ella quien brilla. No hay muchas actrices capaces de opacarle.
El tercero en discordia es Alan Curtis. Un paniaguado que juega a mafioso pero no es tan duro como para forjar su propio carácter y determinación en la vida. Juega a serlo, sin serlo.
Un melodrama en toda regla. Amores cruzados, sueños, realidades y problemas cotidianos. Tiene algo imperecedero, intemporal, que siempre ocurre, que siempre ocurrirá.
Hay un proverbio japonés: cuando más tarde te bajes del tren equivocado, más kilómetros tendrás que recorrer para volver a empezar.
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