Un thriller de asesinos del todo convencional. De un director del que no había visto nada, aunque solo tiene cinco películas rodadas y una sexta en cartera a punto de estrenarse.
Todo se fía a la acción, cuyo tratamiento es interesante pero plano. Pretendidamente complejo pero sencillo. No me ha parecido gran cosa.
El estudio de los personajes es de lo más vulgar, estándar y desafecto. No tienen demasiada vida, ni matizan sus expresiones, emociones o intereses. Actores poco conocidos, al menos para mi, que se dejan llevar sin más.
Los escenarios al aires libre son muy bonitos -París, Roma, Luibliana, etc.- y tienen su gracia. La copia se ve estupendamente, con un color magnífico y un sonido espléndido.
Pero no consigue emocionar. En absoluto.
Me parece que es la última película de Sam Neill, en un papel secundario pero importante, que luce estupendo, a pesar de esta enterísimo de cáncer cuando la rodó, según dicen.
El problema de la película no es de guión, sino de personajes y credibilidad de los actores principales.
Es realmente espantoso el protagonista principal, que es Henry Golding, que sólo he visto en "Los señores de la mafia" (Guy Ritchie, 2019) que me gustó bastante, pero no recuerdo al actor en su personaje.
Daniela Melchor es la otra protagonista, y también lo hace fatal. No encuentra el tono, ni dramático ni melodramático, sin sustancia, sin interés, sin énfasis, sin nada...
La idea podría haber funcionado si el tratamiento hubiera sido otro. Realmente es horroroso. Parece una mala copia de las películas de Tom Cruise y su Misión imposible, en sus varias versiones. Tecnología al servicio de encargos criminales, una lucha entre asesinos y una especie de juego mortal organizado no se sabe muy bien por quién ni para qué, ni por qué.
Como a todas las de la ahora, le sobran veinte minutos.
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