Los perros de la guerra. El horror del campo de concentración en la primera parte, la bestialidad de la guerra en la segunda. Retrato descarnado, salvaje y sin pudor ni reparo sobre el funcionamiento interno de un ejército por dentro. A la brutalidad de la contienda, del enemigo, de las circunstancias del combate y del conflicto, hay que sumarle la sinrazón interna, el desprecio por la humanidad y todo lo que tiene que ver con valores cívicos, pacifistas, sensibles. sociales. No se sabe qué es más peligroso, si el enemigo o los oficiales del propio ejército.
Como película no funciona si no se ha visto la primera parte. Pero como continuación es un retrato vitalista de una vida mísera en una guerra sin sentido que el Japón tenía perdida desde siempre, desde antes de empezar. Toda la ritualidad, todo el boato, toda la ceremonia y pompa, todo el argumentario artificioso solo tiene un propósito: mantener el poder militar aunque éste no sea necesario.
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