martes, 22 de abril de 2025

§ 3.792. El repartidor de hielo (John Frankenheimer, 1973)

Larga, larga, larga de verdad. Dos horas y veinte minutos. Una barbaridad. Sobre todo para los años setenta y con una temática que no da para mucho. No soy un experto, pero me parece que a esta película le tuvo que ir mal en taquilla. No sé hasta qué punto el público, la taquilla, estaba interesada en estar dentro del cine durante dos horas y media en una cinta que no es de aventuras, que no es mítica, que no es un peplum, que no es de mafiosos...
Es una obra de teatro filmada. Diálogos brillantes, qué duda cabe, actores capaces de llenar por sí mismos cualquier pantalla, cualquier película y un director de los más solvente. Pero oiga, esta constelación de estrellas no funciona como película. Y el elenco es salvaje: Lee Marvin; Fredric March; Robert Ryan y Jeff Bridges son los principales actores, entre otros varios secundario brillantes. 
Tiene que gustarte mucho el teatro para saber apreciar la obra. Al borde del sopor. 
La mirada introspectiva que pretende hacia el fracaso y la derrota es tan cruda, tan aberrante, tan marginal que necesariamente tiene que tomarse como algo poco común. Los mensajes de este tipo que calan suelen ser más sutiles. 
Está basada en una obra de teatro de Eugene O'Neill, premio Nobel de literatura en 1936. Caracterizado por un teatro realista, social, poco idealizado, crudo y salvaje.
No me ha gustado mucho. En realidad, no me ha gustado nada.

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