martes, 8 de noviembre de 2022

§ 2.821. Llueve sobre mi corazón (Francis Ford Coppola, 1969)

 

Una 'road movie' diferente, muy diferente. Algo abstracta, nada barroca ni estilísticamente complicada, con una trama sencilla y que deja mucho margen de interpretación al espectador.
La búsqueda de uno mismo tiene riesgos. A veces se asumen y otras no tanto. Y la chica protagonista lo asume con todas las consecuencias.
Intimista y reflexiva, grabada seguramente con muy pocos medios técnicos no presenta ningún alarde, ninguna sorpresa ni ninguna alegría. No es triste, en el sentido que usualmente se emplea, es meditabunda, algo asfixiante, nada vitalista.
Puede leerse como una crítica a la institución matrimonial y al rol, sumiso y aburrido, que jugaban las mujeres allí. También como una liberación sexual o de la mujer en general. O una crítica a la responsabilidad por ser madre. O la necesidad que siente de expresar su capacidad de dominio y experimentarla. Cualquier visión puede ser acertada, probablemente todas un poco.
La motivación inicial de la chica parece esa, liberarse, pero luego, más tarde, quizá la motivación para continuar es otra, más prosaica: ver mundo, relacionarse con otras personas. No creo que tenga una sola lectura.
El trio protagonista es el compuesto por: Shirley Knight, James Caan, Robert Duvall.  El peso de toda la cinta lo lleva Shirley, que, sencillamente, borda el papel, dándole corporeidad y textura, reflejando bien los sentimientos contradictorios que vive en su atormentado mundo interior. Peor no es una mujer que haya perdido la razón o la mente. No. Está perfectamente cuerda, simplemente quiere huir del resto de su vida.
Con James me pasa una cosa muy curiosa. Me gustan más sus películas antiguas que las nuevas. Las de mayor me parecen amaneradas, centradas en unos clichés que él mismo ha fabricado sobre sí mismo que le restan credibilidad y frescura. Es interesante la problemática médica que trata, que se adelante dos décadas a la realidad: los golpes en la cabeza de los jugadores de futbol americano dejan secuelas graves y permanente en la cabeza. La mezcla de rudeza e ingenuidad no llega a acertarla del todo. Consigue emocionar y dotar a su personaje de una sensibilidad y sutilidad conmovedora, pero la rudeza -y la violencia latente que subyace- no le brota. Por momentos parece un hombre medicado que sale de un psiquiátrico, y no es ese el tono de su interpretación.
Robert es un monstruo de la interpretación, un hombre que es capaz de hacer de todo. Y todo bien. 
Interesante propuesta justo antes de El Padrino (1972), no creo que de esta cinta se puedan sacar conclusiones sobre su genialidad, sobre el tratamiento del guión o sobre la manera técnica de aprovechar el material filmado. 
Muy interesante los planos abiertos y el retrato que muestra de las ciudades, así como la música.
El personaje principal de ella tiene algo de Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) del mismo año. La cinta ganó la Concha de oro del festival de San Sebastián de ese mismo año.

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