Entretenidísima película de una época estupenda del cine, los años treinta. Fin de los locos veinte, después del desastre del 29 y antes de la IIGM. Liberación, baile, el esplendor del cine como método de entretenimiento con pretensiones de arte.
Maravillosos están William Powell y Myrna Loy, con un jovencísimo James Stewart en sus inicios en el mundo del cine.
Un nuevo caso a resolver, una nueva intriga, un nuevo episodio de inteligencia aplicada.
Un blanco y negro estupendo, con un sonido perfecto. Una copia estupendamente bien conservada (o restaurada) con la que no da pereza ninguna ver este tipo de películas, que tienen ya, prácticamente, noventa años. También participa Elissa Landi, con mucho empuje y determinación.
La historia es escrita por Dashiell Hammett, pero no recuerdo haberla leído. Probablemente fue escrita directamente para el cine. En los últimos dos veranos he leídos todos sus cuentos y todas sus novelas, en dos enormes volúmenes que pretenden recoger todas sus obras. Y no recuerdo ni la temática ni los personajes. Pero puede ser, perfectamente, que sí la haya leído y que, sencillamente, el enfoque sea más serio y dramático que el tono frívolo que le dan a la cinta, que es el verdaderamente interesante.
Van Dyke es un director de los más solvente. Artesano que proviene del cine mudo y que aprendió el oficio a la vez que éste se construía, montaba las reglas y edificaba sus principios y propósitos. Son películas estupendas, con un trabajo detrás muy importante, gran escenografía, actores muy versátiles y tremendamente carismáticos. El resultado es espléndido. En concreto esta película me ha gustado más que La cena de los acusados (1932), que es su antecedente temático, además de compartir los personajes principales, Ella, Él y Asta, Loy, Powell y el perro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario