Sátira morbosa y crítica de una sociedad decadente, en la que el sexo juega un papel importante. Interesante, sofisticada en su exposición y sumamente morbosa. Impresionante Jeanne Moreau, una verdadera actriz dotadísima y eficaz. Le da ese punto de morbo que hace que la película sea interesante. Además es muy guapa.
El retrato que hace de la relación entre los esposos es extremadamente cruel. Ella es rica y probablemente es quien tiene el dinero y las posesiones, y el marido vive con ella pero no convive matrimonialmente. Además está el padre de la señora, un fetichista de los zapatos que se dedica a fisgonear la vida de la camarera.
El vértice de todas las relaciones es ella. Que no se sabe realmente qué hace en la finca y qué pretende. Porque es evidente que algo trama, que no está allí por estar, que tiene un propósito. Pero no se sabe cuál es, y cuándo va a proyectar su deseo.
No está interesada en el marido de la señora, ni tampoco en su padre, el viejo verde. Pretende algo, pero no se sabe qué. No está allí por estar, eso seguro.
Me gusta la escenografía, la simplicidad de la propuesta, la limpieza de los planos, la sobriedad de su desarrollo. Y, sobre todo, la complejidad de su pretensión.
Por supuesto no podía faltar la crítica a la iglesia y al clero, con las confidencias que hay la señora al cura del lugar. Sacerdote que, por otra parte, sólo está interesado en reformar el techo de la iglesia. Por eso escucha las confidencias de la mujer sobre su imposibilidad de tener sexo con el marido.
El otro vértice de la obra es la niña, que no se sabe de quién es, probablemente de otra criada, que vive en la casa pero no se sabe qué hace allí ni de dónde procede. Su asesinato y el fallecimiento del viejo alteran por completo todas las relaciones y la averiguación del crimen se convierte en la obsesión de la protagonista. Un suceso trágico y drástico, violento que aunque parece socializarse fácilmente se incrusta en las vidas de las gentes alterándolas.
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