lunes, 23 de diciembre de 2024

§ 3.628. Sospecha (Alfred Hitchcock, 1941)

 

De los clásicos del maestro es la que menos ha visitado. La he visto solamente tres o cuatro veces. Muchas veces vista, en cualquier caso. 
El papel de Joan Fontaine es exquisito, sutil, delicado, como ella, fino y sensible. Esa cara de porcelana, limpia, blanca, dulce, sin una arruga, perfectamente sincera, honesta, cabal. Experimenta sacrificios al ceder en su intuición. Sabe que es un matrimonio de riesgo, pero no puede dejar de hacer lo que su corazón le dicta. 
Pero también hay que elogiar a  Cary Grant, varonil, pÍcaro, malévolo y perturbador por momentos. Considero que hace un papel de riesgo. Él que era, y sigue siendo, el prototipo de galán británico cambia de rol, de registro y pasa a ser una especie de bandido emocional, de vividor a costa de los demás, que no tiene empacho alguno de engañar y hacer sufrir a su mujer para seguir viviendo como quiere, a todo tren.
El ritmo de la película, el tempo, los diálogos y el guión son perfectos. Lo tiene todo. Es sencillamente espectacular. Todo funciona.
Ella se va ensuciando y los propósitos de él van cambiando a medida que avanza el metraje. Los cambios de guión entre la película y la novela es uno de los temas típicos de conversación sobre cine, pero no puedo hablar de ello porque no ha leído la novela. Es de Anthony Berkeley Cox, que la firmó con el seudónimo de Francis Iles. No he leído nada suyo.

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