Una vacilada de película. Tribus urbanas en su máximo apogeo, una estética absolutamente rompedora, maximalista, imponente. Una película que la tengo por ser de culto, por marcar tendencia, por ser seguida, no tanto en su momento, sino después, reivindicada más tarde, años más tarde, todavía ahora.
El metro como elemento vertebrado del submundo, la diferencia de tribus como elemento identitario de la diferencia y del combate, la unión contra el poder como mensaje mesiánico, al represión del poderoso frente al disidente.
Es una fábula del poder, de la rebelión, de la revolución, de la realidad frente a la utopía.
Submundo, lealtad, la afirmación de los valores propios frente a la facilidad de transgredir las propias convicciones. El camino difícil frente al de siempre.
¿Quién es el beneficiado por la muerte del líder político que podrían haber unido a las tribus frente al poder establecido? El poder establecido. No hay más preguntas. Una historia de poder, pero contada de manera diferente.
Me ha parecido una genialidad.
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