miércoles, 10 de abril de 2024

§ 3.360. Una razón para vivir (George Stevens, 1952)

Alcoholismo femenino y alcohólicos anónimos. Un buen guión, atrevido, incisivo, crudo y real. Se me hace raro ver a Joan Fontaine como alcohólica, sobre todo frente a Ray Milland, un actor que ganó un Oscar haciendo de tal en Dias sin huella, de 1945. Les acompaña Teresa Wright, siempre solvente, siempre cercana.
El tema está bien tratado, las inseguridades de la actriz, el vértigo de él como ayudante de la asociación y, a la vez, como hombre atraído por la chica.
La ansiedad por beber la transmite mucho mejor ella que él. Tiene más credibilidad. No creo que Millan tuviese problemas con el alcohol. Ni tampoco ella, naturalmente. Pero Fontaine no penetra en la situación de manera creíble. No es capaz de profundizar. Es epidérmica, por momentos amanerada e insustancial.
La película es un auténtico melodrama, pero en algunos momentos consigue interesar de verdad. De Stevens tengo la mejor opinión, pero le tengo por triste y algo apesabumbrado.
Me ha gustado mucho la escena de las llamadas de teléfonos perdidas entre los protagonistas. 

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