Extraordinaria película. Distinga, diferente, como todas las de Bergman. Con una luz especial, con unos planos muy cercanos a la cara muy impresionantes, con diálogos muy difíciles y con propósito moral o axiológico cuando menos discutible.
No es que sea una obra de teatro llevada al cine, que también, es que es menos que una obra de teatro, en el sentido de los diálogos y el escenario. Prácticamente sólo habla un personaje, el de la enfermera, y sólo habla sobre un tema.
La maternidad tiene difícil encaje en según qué personas. Y este es el meollo de la cuestión. Para la actriz que está muda fue una condena y por eso decidió no disfrutarla aunque sí tener el bebé, para la enfermera hubiera sido una condena y precisamente por eso abortó.
La culpa, el pecado, el sufrimiento, la responsabilidad, el sexo y su disfrute. Todo ello en un collage visual de extraordinaria factura, magníficamente expuestos y, como en todas su películas, con la sensación de que habría que verla tres veces más para sacarle más partido, más jugo, más sabor, más contenido.
Su visualización es difícil, su diálogo también, incluso la temática tiene en algunos momentos algo de incomprensión, pero siempre es enigmática, atrayente, impecable.
Me gustan muchos sus película, pero como me pasa con Rossellini, necesito no ver más de una a la semana, son emocionalmente muy potentes, fuertes, agresivas, muy emotivas. Además me ocurre algo peculiar, lo que vea hoy está condenado a no gustarme. Después de una experiencia tan potente cualquier cosa que se ve no es buena, no se deje ver, no gusta. Me pasa siempre.