Después de La Gran Evasión (1963) era realmente muy difícil tener otro éxito cómo aquel. Y esto no es, evidentemente. No está nada mal esta película, es interesante, a medio camino entre la ciencias ficción y el thriller, temática muy de la época, por otra parte.
No camina por una senda equivocada, pero va perdiendo interés a medida que avanza. No es de esas cintas que se recuerdan, y probablemente tampoco es de esas que se vuelvan a ver. La teoría del excéntrico que es capaz de poner el mundo a sus pies porque tiene una fórmula secreta que puede acabar con la humanidad queda mejor en las cintas de 007 que en los thriller. Es tono despreocupado, desenfadado, fuera de la rigurosidad de un guión y una interpretaciones ortodoxas (aunque, sin ninguna duda, todo está perfectamente preparado) no casan bien con este tipo de cintas que tiene un propósito dramático y un fondo de verosimilitud.
Un reparto muy peculiar. George Maharis es el protagonista, un actor que también hacía discos pop. Richard Basehart, y Anne Francis, chica que intervino en alguna película de la época de ciencia ficción. Y, por último, Dana Andrews, que supongo que le da caché a la película, prestigio y empaque.
La cinta se deja ver, sin más. No tiene nada a dónde agarrarse para elevarse. Una cinta algo plana, sin demasiada vida. No la ha tratado bien el paso del tiempo.
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