La capacidad de fabulación de Walsh es legendaria. De una historia con cuatro matices te monta una película estupenda. El guión es interesante, pero la manera en que lleva a cabo el propósito fílmico es insuperable. Una película de aventuras en el contexto de la IIGM, con un Errol Flynn tan maravilloso como siempre. Acompañado de un Paul Lukas imperial, una guapísima Faye Emerson como mujer fatal y Jean Sullivan, en la película que era su debut, una actriz que hizo más teatro y televisión que cine. Son sólo cuatro las películas en las que intervino.
Ver una cinta de Walsh es un festival para los que nos gusta el cine: ritmo, cadencia, personajes, situaciones, mensaje.
A diferencia del héroe de Hawks, generalmente amigable, divertido y muy social, el de Walsh es más pragmático, menos idealizado, más común. Le afectan las cosas, tiene un trasfondo de moral más empática, frente al de Hawks que es netamente un individualista.
El que aquí presenta es un héroe circunstancial, no es un héroe moral. No hace las cosas porque debe hacerlas, como en los personajes de Ford o de Hawks -no sabría diferenciar unos héroes de otros, me parecen idénticos, o muy parecidos-, sino porque los acontecimientos le atropellan, y en ese momento elige la mejor versión de sí mismo.
Me ha encantado la película.
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