jueves, 15 de diciembre de 2022

§ 2.870. En el umbral de la vida (Ingmar Bergman, 1958)

 

No tiene película tranquila este hombre. Qué cosa..., qué desgarro, que trauma, que brutalidad, qué necesidad de hacer ostentación de los sentimientos de manera tan cruda, tan bárbara. Y además sin especial finura, sin sensiblería, con toda la fealdad que el posible y legítimo en una película para ser vista en el cine, por el gran público. Esto no es un documental, es una película de cine.
La capacidad para mostrar la sensibilidad femenina es notable. Lo que dicen y cómo se comportan tiene mucho que ver con como se comportaría en la realidad. La forma en la que aprecian lo que les sucede, cómo lo muestra, lo que piensan y hasta cómo se mueven. 
Organizada prácticamente como una obra de teatro, un escenario corto y diálogos intensos de los personajes, desde el primer momento entra a saco con la temática y la problemática.
Narra tres maneras diferentes de abordar la maternidad. La culpa de la mujer que ha sufrido un aborto espontáneo y que cree que su marido no la quiere y que su matrimonio es un fracaso; el miedo por tener el niño de una relación no demasiado satisfactoria, el miedo a ser madre, en definitiva; y la desesperanza por saber que el niño que va a nacer tendrá problemas graves.
El reparto principal son cuatro mujeres. Dos muy conocida por mi, de las clásicas en las obras del director: Ingrid Thulin y Bibi Andersson, y otras dos menos conocidas por mi: Eva Dahlbeck y Barbro Hiort af Ornäs.
Es una película para pensar, como casi todas las de Bergman, que no deja indiferente, que hiere y araña, que sorprende y provoca, que lastra el alma y la hace pesada, que la recuerdas con fidelidad porque la viviste en tu cabeza muchas veces después de haberla visto por primera vez.
Me ha encantado.

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