Cinta de zombies, tetas, lesbianismo soft y miedos encapsulados en el subconsciente personal. De esos que te atormentan toda la vida, de joven y de mayor, siempre.
Tengo la teoría de que Franco fue un gran cinéfilo. De esos que veían dos o res películas por día. Cinéfago, si queremos llamarlo así. Seguramente las dos cosas.
Viendo esta película no puedo dejar de acordarme de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), una de las del director británico que más me gustan. La idea no es que esté copiada, ni mucho menos, pero tiene grandes similitudes. Un hotel, la soledad como motor de la historia, personajes frágiles. Hay multitud de diferencias, por supuesto: aquello era un hotel de montaña, éste de playa, los protagonistas allí eran el encargado y su familia, aquí unos huéspedes, la fragilidad mental del cuidador del hotel era la amenaza, y siempre para su familia, siendo aquí externa y únicamente para las mujeres protagonistas. Pero tiene algo de inspiración en aquella.
Franco derrapa totalmente con la historia. Siempre cuenta lo mismo y siempre lo cuenta igual. Es de esos directores que no tiene gracia, pero sus películas se ven. No me gusta, pero las veo. Tiene un punto personal totalmente desinhibido, descocado, alocado, salvaje. Filma lo que le da la puñetera gana y consigue meter a espectadores en la sala de cine. No tiene ningún tipo de pretensión artística -como otros muchos, Ford mediante- y es plenamente consciente de que está realizando un producto de entretenimiento. Por eso se ven sus películas.
La cinta parece rodada en Canarias, porque aparece el árbol tan característico de las islas en varias tomas y la arena de la playa es de ese color negro volcánica tan característico. Además la estructura hotelera no parece de las clásica de la Costa del Sol.
Me gusta ver las películas de Franco, que no es exactamente lo mismo de que me gusten las películas de él. No están entre mis favoritas y, sin embargo, veo sus cintas. Tiene don. Tiene algo.
Lo singular es que los zombies aparecen cuando sopla el viento. Cualquier excusa nos sirve para montar una historia.
Los zombies son, es descarado, los de Ossorio, los de Armando de Ossorio. Esos zombies templarios que aparecen en determinadas circunstancias. Aquella construcción era más solvente, más sostenida, aquí parecen una anécdota. Además en las películas de Ossorio, que son tres o cuatro nada más (de esta trama) los ropajes estaban raídos y sucios, porque los protagonistas venían del medievo, y aquí están relativamente limpios. Pero la historia es parecida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario