Pues se explica por el tiempo y el lugar en que fue rodada. Una cina con pretensiones de modernidad policial con elementos del cine español de los cincuenta. Nada destacable.
Una trama ortodoxa de robo entre ladrones y búsqueda de venganza en un país sudamericano. Bien engarzada aunque falta de lunch, de garbo, de empuje.
Tiene dinamismo y guión, pero le falta tino, acierto e interés. Poco a poco va perdiendo gancho y la trama empieza a resquebrajarse. Además siempre recurre a soluciones fáciles para dar calidad a las tramas, incurriendo en los tópicos del género, incluyendo emociones lésbicas, sueños de seductor y sexo encapsulado en una mirada, un fotograba o un diálogo.
Los perseguidores son unos patanes, una trasunto mal hecho de otras cintas en las que un gordo se acompaña de un flaco y se dedican a dar mandiles a diestro y siniestro. Poco elegantes pero, sobre todo, poco sofisticados.
Las dos chicas, pues en la línea mediocre de la producción. Vestidos vaporosos, lesbianismo insinuado y alguna que otra tentación perdida. Malas de solemnidad.
El resultado es bastante regular, tirando a malo. Vulgar y poco agraciado. Y muy poco original. Frente a los caballeros templarios que se aparecen en el tiempo presente es un producto infame. Aquellas películas eran interesantes, tenían mucha imaginación y se dejaban ver con gusto. Probablemente porque el director se manejaba mejor en esos cánones estilísticos que en los de una cinta de cine negro de robos y ladrones en donde las americanas son, por lo general, muy superiores.
Hay que ver de todo.
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