Te hacen daño las cosas que cuenta Ozu. Te arañan, te hiere, te horada, te zahiere, te molesta, te culpa, te importuna, te hace sentir profundo y trascendente. Bajo la aparente sencillez de unos
planos que no se mueven, que no hacen espectáculos circenses ni travelling, ni nada parecido, se esconde un profundo dominio del plano, de la imagen, de la centralidad de lo visual en el lenguaje cinematográfico.
Me encanta la cara de Setsuko Hara, una musa de Ozu. Y también me gusta mucho Chishu Ryu, otro habitual. Si no recuerdo mal son los dos protagonistas de Primavera tardía, una de las mejores de Ozu que he visto, por no decir que es la que más me ha gustado suya. Más que ésta quizá. Cuentos de Tokio, siendo buena, no me acabó de llegar.
Intimista, melodramática, pero alejada de la lágrima y la emoción epidérmica. Parece un film maduro. Es difícil cogerle la dinámica. Parece un corte trasversal de la vida de las gentes. Podría haber grabado este episodio en la vida de esta familia u otro anterior. No es el qué, es el cómo. Y ese "cómo" lo domina a la perfección. Un cineasta de los más interesante.
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