Dura y seca. Aspera y amarga. Totalmente comprometida con mostrar una fealdad que en 1949 era mucho más cruda que en estos tiempos actuales.
Por lo que he leído el productor pensó en John Ford para dirigir esta película. Menos mal que se produjo el cambio. Porque no es una temática Ford, no porque él fuera un racista que no lo era, ni mucho menos, sino, sobre todo, porque Kazan si es un cineasta más libre para abordar temas complejos.
Supongo, como todas las de Kazan, que la polémica cabalgaba con él. Era todo un directorio, pero la delación siempre fue con él. No se desprendió de ella nunca, y creo que ha quedado como un hombre ruin y un apestado del sistema. Fuera de los cánones de lo que debe ser un director de cine ortodoxo.