Vaya año 1935 para Ford. Además de una auténtica obra maestra como es El Delator, hizo otras dos. Esta y Barco a la deriva, que no es mala cinta. Era evidente que estaba a toda máquina: el siguiente año: El Arado y las Estrellas (cuestionable obra cortada y mal montada), María Estuardo, y Prisionero del odio, el anterior: Paz en la tierra, El Juez Priest y La patrulla perdida, que me pareció magnífica.
Desde luego eran sus años más prolíficos. Más tarde, con más reposo no haría tres cintas por año de manera regular. Tendría más aplomo.
Esta cinta no es de las prototípicas de Ford. Una singular comedia de situación, con ribetes de cinta policíaca. Pero se deja ver, no tanto esa vez por Edward G. Robinson, que está bien, como siempre, sino, sobre todo por Jean Arthur, que está verdaderamente deslumbrante.
Me ha gustado, pero está lejos de las maravillas de Ford.
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