sábado, 28 de enero de 2023

§ 2.918. Como en un espejo (Ingmar Bergman, 1961)

 

Una película difícil. La última que me quedaba por ver de la trilogía El silencio de Dios (las otras dos cintas son: El silencio y Los Comulgantes). Es la primera de las tres. No sé muy bien por qué se llama así. En las otras dos sí es cierto que hay un alto componente místico y religioso.  Pero en ésta no se aprecia tanto (tampoco en El Silencio), más allá de las alucinaciones de la hija.
Hay algo de imposibilidad del hombre para situarse en el mundo, para comprender su lugar y a qué se dedica, por qué está en él. Y, sobre todo, en las tres, pero en esta especialmente, lo que se aprecia claramente son las dificultades para situar al hombre en relación con sus seres queridos. Sobre todo con los hijos. Si todo autor, si todo creador deja algo autobiográfico en todo lo que hace, es evidente que Bergman tenía serio problemas con sus hijos. Qué era un auténtico 'utilizador' de mujeres, por no emplear una palabra más fuerte, era conocido. Pero el aspecto relacionado con sus hijos no lo conocía. Es evidente que sufre por ello, porque lo deja más que claro con varias cintas. Ésta, por ejemplo, Saraban, etc.
También es llamativa la frecuencia con la que sus personajes sufren enfermedades mentales, esquizofrenia particularmente. Es evidente que le llama mucho la atención y que es más que un recurso estético o estilístico. Es algo que le atormenta y le hace sufrir. No sólo que le llama la atención. No es un recurso, es un hijo conductor en toda su obra.
Los personajes de la cinta son interpretados por Harriet Andersson, Gunnar Björnstrand, Max von Sydow, y Lars Passgard. Los tres primeros son actores de la 'troupe' de Bergman. Mucho conocidos y grades actores. Me ha encantado Gunnar, en el que me he fijado con cierto detalle. 
Me ha gustado. No es de lo que más me ha gustado de Bergman, pero debo reconocerle una gran capacidad de sugestión.

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