domingo, 30 de mayo de 2021

§ 2.409. La hija del médico y la bestia (Edgar G. Ulmer, 1957)

Películas de factoría, en serie, todas de estudio, programadas dentro de la multitud de obras de una gran compañía de cine. Obras breves, rápidas, de no más de hora o hora y cuarto, destinadas a ser la primera cinta de una sesión doble, hechas con retales, decorados de otras películas, actores pluriempleados, directores industriosos, rápidos, que con pocos medios hacían maravillas. No se consideraba un arte, sino una industria, no pretendían crear algo bonito o artístico, sino entretener, divertir. Lo de ganar dinero con esta películas es totalmente secundario: costaban poco, no perdían... Guiones que forman parte del desecho de otros guiones, o meras continuaciones de obras ya hechas, películas que van en el carril seriado de películas que tuvieron un cierto agrado y arraigo.
Y aun así tiene algo de genial, cine en estado puro, de grandes historias contadas con pulso. Muy entretenidas, y siempre recordadas. Me gustan este tipo de películas.
El miedo como canal de comunicación. Siempre he pensado que su éxito se valora porque no se aprecian los fallos: ni de interpretación, ni de guión, ni de encuadre, dirección o diálogos. Simplemente la emocionalidad te contiene y no te deja verlos. Es sencillo: estas películas son pura emotividad básica y ancestral.

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