miércoles, 21 de junio de 2023

§ 3.080. El caso de las envenenadas de Valencia (Pedro Olea, 1985)

 

Una entrega más de la mítica serie. Puede ser cierto eso que dicen que cada país, cada zona, cada cultura tiene una forma peculiar de matar, de plantear los homicidios, de provocar el mal. Una especie de antropología del mal. Producto, seguramente, de su cultura, de su forma de ser de su idiosincrasia, de su mar, de su vino, de sus hombres y mujeres.
Valencia y veneno parecen siempre ir de la mano. Y de esto va la película, que por otra parte se desvela en el título.
La mirada de Terele Pávez da un poco de miedo. Es fría y distante, pero también esconde maldad y resentimiento. Es una actriz peculiar, distinta, ideal para este tipo de papeles, duros, secos, con mucha personalidad. No es para una papel en una serie normal y corriente.
Es evidente que el desencadenante de su impulso criminal es la felicidad de los demás, la estabilidad emocional y la bondad. Seguramente no hubiera podido comportarse así en el caos, en un torbellino de emociones. En ese escenario hubiera tenido que sobrevivir y para ello hubiera necesitado no ocuparse de otros asuntos.
Cada vez que veo este tipo de comportamientos me acuerdo de la vivencia de Robespierre, al que, sobre todo, lo que le movía era el resentimiento. La insoportable sensación de tener que estar agradecido. Eso es el resentimiento.

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