miércoles, 24 de junio de 2020

§ 1.975. Impulso criminal (Richard Fleischer, 1959)


    Muy bien desarrollada. Muy bien trabajada, con un gran guión, una interpretaciones muy Brithis, simples, efectivas, nada estridentes.
    Una especie de juego intelectual se les va de las manos a unos chicos de clase alta que pretenden afirmar, desde un punto de vista práctico, que la inteligencia superior se sublima cometiendo un crimen perfecto. Unas gafas, una máquina de escribir con un defecto singular, característico son pequeñas pistas que sirven para tirar del hilo de los posibles autores.
    Es evidente la relación homosexual que pretende uno de los chicos con el otro, el subordinado con el que pretende ser el actor principal de la trama, un niño egocéntrico y mimado que, simplemente, no sabe cuál es su lugar en el mundo. El subordinado no sabe realmente si es homosexual, pues se siente atraído por una chica que, como él, disfruta de la ornitología, el alistamiento de pájaros y el campo. Necesita ser ordenador por el que manda. Y esa dependencia le centra en su ser. En todo caso el dominante es un egocéntrico despiadado que encuentra su razón de ser en mandar, y el obediente en obedecer.
- No sabes la belleza que hay en el mal.
- ¿La hay?
- Sí.
    El obediente no es capaz de cometer el crimen en solitario. Se apiada de la chica, es incapaz de hacer el mal por sí mismo. Sí puede seguir al dominante, mitad por el interés que muestra por él, pero también porque hay algo en él que le dirige hacia el mal. Una pulsión malsana, morbosa, dañina.

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