Una película muy atrevida para su época. Racismo en estado puro. Tratamiento médico y transferencia de pensamientos entre paciente y médico.
Me recuerda, además bastante a Un rayo de luz (Joseph L. Mankiewicz, 1950), aunque esta es peor que aquella. Sin duda alguna. Al menos a mi juicio.
La sensación de racismo en vena e irracional, heredado y atávico está mucho mejor expresado en la de Mankiewicz. Aquí la actuación racista es más gruesa, más grosera, menos sutil. Más dedicada a subrayar los aspectos más sórdidos de la cuestión.
El retrato psicológico del enfermo está bastante bien trazado. Y el recurso a explicar algunas cosas mediante imágenes superpuestas es interesante y efectista.
Sin embargo cuando se mezclan las épocas del niño cuando ya es mayor no funciona como recurso interpretativo.
El duelo interpretativo entre un ya muy conocido Sidney Poitier y Bobby Darin, que era más cantante que actor, aunque hizo unas cuantas (pocas) películas. Quizá no llegó a explotar su vena dramática, quizá no funcionó en taquilla, quién lo sabe...
Buena película, bien narrada, interesante y efectista. Me ha gustado.
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