jueves, 7 de marzo de 2024

§ 3.329. Piratas del Mar Caribe (Cecil B DeMille, 1942)

 

Como siempre en DeMille la epopeya y el heroísmo americano están muy presentes. Desde este punto de vista es un director ideológico, muy presente en el Hollywood clásico como guardián de las esencias cinematográficas y de la ortodoxia fílmica. 
La América recién creada, los fundadores, los pioneros, los primeros americanos, los primeros vividores allí, en una tierra indómita y salvaje. Es el sustrato que alimenta la frondosidad de la narración. Siempre hay un héroe potente, fuerte, que reúne las virtudes -cuasi teologales- que deben reunir los hombres constructores de la iconografía americana. 
Una forma canónica de rodar. Una historia desde el principio hasta el final. Presentación, nudo y desenlace. Pone la cámara al servicio del guión. Pero es el guión el que domina el relato, la cámara no es sino un medio más -puede haber otros: relato, comics, teatro, novela radiofónica, ensayo, dibujos animados, etc.- para contar una historia, una película.
No es, por así decirlo, una película que se base en lo visual, no es una cinta que imponga un protagonismo de lo que se ve, sino de lo que se cuenta. Pero todo el cine clásico es así. El cine evoluciona desde lo que hay que contar hasta el cómo contarlo.
La historia es relativamente convencional. Una historia de amor al calor de una cuestión de aventuras.
Tiene un reparto de auténtico escándalo: Ray Milland, John Wayne, Paulette Goddard, Raymond Massey, Robert Preston, y Susan Hayward.

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