jueves, 6 de enero de 2022

§ 2.563. Al final de la escalera (Peter Medak, 1980)

 

Obra por y para George C. Scott, que lo es todo en la película. Un viaje introspectivo no se sabe muy bien adónde, si a la locura a la redención, o al propio yo. A lo más íntimo de uno mismo.
A mi modestísimo juicio, Scott borda el papel, desde el principio hasta el final. Su cambio de carácter a lo largo de la cinta, su expresividad, sus miedos, desde la pena a la angustia, con un clarísimo punto de locura y enajenación en su rostro forjan un arquetipo que quedará para el cine como uno de sus cánones. El pelo encrespado pero no revuelto, los ojos saltones, la mirada vacía al comienzo por la pena, luego aterrada ante la incertidumbre de lo que va a ocurrir. Es un motor incandescente que no puede dejar de funcionar, por que se apagaría su propia existencia. La necesidad de saber qué ha ocurrido es más fuerte que el miedo que siente ante lo desconocido.
Melvyn Douglas, en una de sus últimas películas, y la mujer de Scott, la más que decente actriz Trish Van Devere completan un corto pero suficiente reparto.
Primera película (para mi) de este director que ha caminado siempre a medio camino entre la televisión y la gran pantalla.
Esta película suya me ha gustado bastante.

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