Intimista, recogida, diferente, personal, muy personal. Optimista en su pretensión, algo melancólica en su ejecución y nada malagueña. El director es también el guionista (supino que obra original) y el protagonista principal. Con un Fernando Fernán Gómez que hace un papel entre enloquecido y genio absolutamente maravilloso. Uno de esos papeles que se recuerdan.
La composición de los planos y la luz es absolutamente brillante. Y el manejo de los silencios, sin música ni ruido alguno son inusuales y sirven para proponer una introspección hacia el pasado. Pero los planos medios, sin mover la cámara y la falta de perspectiva global en algunos momentos -sobre todo cuando las escenas se desarrollar al aire libre- otorgan a la cinta una cierta pesadez, un estatismo exagerados que ahonda en la melancolía general de la trama. Melancólica en el fondo y en la forma. En lo que dice y en cómo lo cine.
El contraste de personalidades, actitudes ante la vida y ante los demás de los dos protagonistas es elemento sobre el que se construye la obra. Un joven deprimido, deprimentes, melancólico y con una sensación de fracaso personal, y un viejo con ganas de vivir, vitaliza hasta la locura y enfermizo de su propia imaginación. Un contraste radical de perspectivas que parece dificultar la concordia entre ellos. Y sin embargo, algo catártico acaece, como si de una predestinación se tratase.
Me ha gustado, sin llegar a parecerme una obra monumental.
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