Otra más del año 1939, y son muchas ya las de ese año, probablemente uno de los mejores de la historia del cine. Esta de ese terror semi científico tan en boga en algunos años y tan buenas películas ha dejado.
Al servicio Boris Karloff, alma de la película y probablemente su razón de ser. Una estrella del género.
Una hipótesis tan inverosímil como cualquier otra de este tipo de películas: la construcción de una máquina que es capaz de devolverle la vida a los muertos. Creo recordar que el primer trasplante de corazón fue en Sudáfrica en 1967 por Christiaan Neethling Barnard. La hipótesis sigue siendo muy parecida a la de la película.
Tiene algo de cine negro, de terror, de ciencias ficción y de juicios. Verdaderamente es un producto de consumo para sesiones dobles en las tardes de sábado en los cines de la época.
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