Hace muchísimos años que la vi. Y me pareció prodigiosa. Ahora, quizá veinte años después, me sigue pareciendo magnífica.
Una vida complicada, un amor confuso, una sensación de vacío y de resentimiento. Una difícil existencia que crea una personalidad marmórea, de hielo, de acero, verdaderamente potente.
Un retrato potente guionizado por Robert Rossen, casi nada, estupendo guionista y magnífico director.
Un reparto absolutamente maravilloso: Barbara Stanwyck con esa complejidad suya tan características, el pelirrojo y muy joven Van Heflin, tan bueno como siempre, la bellísima Lizabeth Scott, el bueno de Kirk Douglas en su debut cinematográfico, y la siempre inconfundible Judith Anderson en un papel muy corto pero muy potente, como casi siempre son sus papeles: fuertes y encarnizados.
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