
Una película rara, que no se entiende muy bien, difícil de entender. Me habían gustado mucho dos películas suya: El salario del miedo, y, sobre todo, Las diabólicas. Esta es peor que aquellas, pero es muy interesante.
Un espía se haca pasar por un hombre que se dedica a la construcción de bombas atómicas y se interna en el sanatorio psiquiátrico del protagonista para ocultarle y centrar sobre él la presión de los otros espías, de los de los países enemigos.
Carl Junger también lo borda, es íntegro, fuerte y atento, además de sonreír y dar siempre el pego de hombre fuerte y viril.
El guión ya de por sí merece un comentario específicos porque hasta la primera hora la película era confusa, pero a partir de ese momento se encadenan una serie de acontecimientos que propician el resultado de su éxito.
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