sábado, 18 de diciembre de 2021

§ 2.549. Los sueños de Akira Kurosawa (Akira Kurosawa, 1990)




Varios cuentos cortos componen una película de relatos. Esta cinta no es, como suele ser habitual, el desarrollo en lenguaje cinematográfico de una novela, sino la composición de varios cuentos del mismo autor que no guardan relación entre sí. Es una perspectiva no demasiado usual. Hay varios ejemplos, pero suelen ser de obras conjuntas de varios directores (por ejemplo, Los 7 pecados capitales (1962), dirigida por Claude Godard, Philippe de Broca, Claude Chabrol, Jacques Demy, Sylvain Dhomme, Max Douy, Eugène Ionesco, Edouard Molinaro, Roger Vadim). En este caso todos los cuentos son del mismo autor, y no se relacionan entre sí más que en la autoría. Ni tienen un nexo común ni siguiera guardan un propósito estético o moral, más allá, quizá, de la aparición de fantasmas, de personajes inexistentes que se inmiscuyen en la vida de los protagonistas para facilitarles una ayuda, para darles una indicación, una advertencia.
El huertos de los melocotoneros. Desde la plasticidad de las primeras imágenes se reconoce como una película de Kurosawa. Lluvia, música clásica (europea), un encuadre perfecto y un simbolismo en cada detalle. Y el color, absolutamente brillante, nítido, con unos contrastes de rojos, azules, blancos y verdes en una composición cromática estudiada como si se tratase de un cuadro. Es conocido que Akira dibujaba bastante bien, y que incluso en las pausas de rodaje de las películas componía planos dibujando, como si se tratase de un 'story board' de un cómic.  Y se nota en la composición de los planos, mucho en algunas, especialmente en aquellos en donde la composición abarca muchos personajes.
La perspectiva de un niño como protagonista en el cine no siempre me ha gustado. Obviamente el 'pescadito' de "Capitanes intrépidos" (Victor Fleming, 1937) es una excepción, pero se me hace difícil entrar en la psicología del niño, cuando más pequeño más me cuesta.
La nieve. En muchas películas de Kurosawa -no en todas, véase, por ejemplo, No añoro mi juventud (1946)- llueve, nieva o acontecen fenómenos meteorológicos de gran intensidad. Es este segundo relato el protagonismo se lo lleva el blanco de la nieve. Una nieve a veces acogedora y otras amenazante, nieve que da cobijo a los miedos y a las esperanzas, al anhelo más profundo y la angustia vital más temida. La luz blanca salvadora y sanadora, como otro fenómeno climatológico que es, abriga y calienta. Nieve y sol, dos fenómenos enfrentados entre si, que forman pare de la vida misma del hombre y de sus aspiraciones mundanas y espirituales.
Un túnel. Oscuridad y miedo. Dificultades y temores. Adentrarse en él es avanzar hacia lo desconocido, hacia lo que puede ser o a lo mejor no es. Pero en todo caso es dirigirse hacia aquello que no controlas, que no eres capaz de dominar. Sin saber muy bien qué hay al otro lado, qué va a ocurrir o con qué escenario -vital, emocional, estético, etc.- te vas a encontrar. Que el túnel esté protegido por un can simboliza las puertas del infierno. Y de ese infierno sólo salen muertos... y ha ingresado en él, sin saberlo, sin quererlo.
Van Gogh. La admiración que siente el autor por la pintura en general, y por Van Gogh en particular es la temática de otro de sus cuentos, el cuarto. Sólo imágenes, prácticamente sin sonidos, el señor que visita el museo se mete, literalmente, en uno de sus cuadros. Qué colores, que gama cromática, que cercanía a los propios tonos que usaba Van Gogh. Por momentos dudo si parte de lo filmado no son efectos especiales, la naturaleza no da esa grama cromática. Parece como si la película se hubiera 'pintado' una vez filmadas las escenas. Es lo más parecido a vivir dentro de un cuadro que he visto jamás.   
La radioactividad y sus peligros. El monte Fuji explotando. El protagonismo del color rojo. La sangre, el fuego, la mancha de la vida. El terror de lo propio, del propio yo. La destrucción de la identidad simbólica, de aquellos que nos hace fuertes y nos sitúa en relación con los demás. Y la radioactividad como mal mayor de la humanidad, a la que ya había dedicado otra película, por cierto, aunque desde otra perspectiva.
El camino. El individuo frente a la sociedad y frente a las dificultades de la vida. Todo un reto. La antropofagia como símbolo, muy evidente, de la competencia capitalista. Se lucha contra otros individuos y contra el sistema, contra la vida misma que impone reglas que no puedes dominar. La parábola del monte elevado por el que hay que subir tras una empinada cuesta es la vida, y la meseta a la que llegas arriba es la muerte, en forma de miedos, locura, desesperación y dolor. Toda una alegoría de la vida misma.
El agua. La modernidad y la simplicidad de la existencia. El respecto a la naturaleza, que elevó a cotas magistrales con Dersu Uzala (1975), y la vida acorde a los dictados de la vida natural.
La carga simbólica y las interpretaciones freudianas que pueden dársele a cada uno de estos cuentos son varias. El autor nos da la suya, pero puede haber otras. El huerto es el despertar de la sexualidad, el conocimiento carnal; la nieve es la consecución de una meta, de un anhelo; el túnel es la guerra y la muerte, que es lo mismo; los cuervos puede ser la locura; la explosión del monte Fuji los temores de uno mismo, de la incapacidad para controlarse, para someterse a la sociedad que nos aplaca y domina; el caminante la soledad del camino y los miedos que atenazan al hombre; el agua es el camino de la vida, el respecto por la naturaleza y la crítica a la ciencia que pretende el progreso del hombre sin respeto a los principios que hacen funcionar al mundo.
Obviamente este tipo de películas sólo puede hacerla un cineasta consagrado y que trascienda del tiempo en el que vivió. Además, naturalmente, de estar capacitado para proyectar lo que probablemente fueron sueños suyos reales a la gran pantalla, con el lenguaje compositivo de esta técnica narrativa. Sólo al alcance de una auténtico genio, como lo es Kurosawa.

viernes, 17 de diciembre de 2021

§ 2.548. Bajo el manto tenebroso (Irving Pichel, 1946)

 

Interesante film claramente de propaganda bélica estrenada una vez acabada la guerra, pero que muestra cómo debían ser los servicios secretos americanos. Una de tantas en ese sentido, con su clásico propósito educativo y formativo, encaminada a mostrar al gran público de qué manera se hicieron las cosas.
Dividida en dos partes claramente diferenciadas, la de formación del equipo que sirve de presentación de los personajes y la de acción, más larga y a la que le sobran veinte minutos. Es una película de 90 minutos, no de 105. Entiendo la pretensión de los directores de rodar y rodar para contar una historia, pero ésta puede contarse con veinte minutos menos.
Se ve muy bien el blanco y negro y el sonido original es perfecto, también los subtítulos. La interposición de 
Se va diluyendo poco a poco y perdiendo algo el interés inicial, decae sin llegar a aburrir o cansar, pero no es una gran cinta. Hay películas de este subgénero bastante mejores. 
Esa frialdad gélida incluso cuando sonríe de Alan Ladd acompaña bien la pretensión de ser espía. Se acompaña de Geraldine Fitzgerald actriz notable y muy reconocida.

martes, 14 de diciembre de 2021

§ 2.547. No añoro mi juventud (Akira Kurosawa, 1946)

 
Modernidad y tradición a través de los ojos de una mujer, hija de un catedrático represaliado en el Japón de antes de la IIGM por sus ideas liberales. Un magnífico marco para desarrollar temas que interesan mucho a la ciudadanía japonesa: la libertad de expresión, de cátedra, la Universidad, el expansionismo militar de Japón como potencia bélica, la represión estudiantil, la brutalidad política, el poder de los militares...
No es una película feminista, pero no tiene ningún complejo en mostrar los sentimientos y necesidades de la protagonista, que es en torno a la cual se construye toda la película.
Se rodea de una banda sonora de música clásica que enmarca las situaciones y subraya los estados de ánimo.
No tiene la fuerza dramática de las tragedias sakespearianas, ni el colorido -obviamente, era en blanco y negro- de sus últimas composiciones. Ni esos movimientos de extras, ni la sensibilidad por la naturaleza de Derzú, pero es una buena película, ni la ternura de Vivir... pero es que es difícil crear una obra de arte cada año y medio. Y de esas Kurosawa tiene unas pocas.
Hay dos caracterizaciones de la películas que me han gustado mucho: los movimientos de masas del principio (puro Einsentein), y el juego de sombras y luces del encarcelamiento de la mujer y, a partir de hay, de cómo ambas -luces y sombras- persiguen a la mujer hasta el final de la cinta.
Crítica social y política, ajuste de cuentas con el pasado y panegírico del antimilitarismo. Tiene varias lecturas. Gustará mucho a los comprometidos con ideas de izquierdas.
Por cierto, creo que es la primera película de Kurosawa que veo en la que no llueve (o se produce un fenómeno climatológico extremo). Y he visto todas las suyas menos tres.

§ 2.546. La pasión ciega (Raoul Walsh, 1940)

 

Una 'road movie' de cine negro. Una mezcla, en principio, poco edificante pero que funciona muy bien. Mujeres fatales, dinero y financiera depredadora. Cargas de transporte y prestamistas poco escrupulosos. La realidad de la vida de unos transportistas tras la gran depresión americana. El compañerismo, la solidaridad entre los camioneros, la ambición por una vida mejor, las dificultades de organizar una vida basada en el trabajo. 
Una actividad dura pero que podía producir buenos beneficios, sobre todo cuando era la ley de la selva, cuando no había regulación alguna en el sector y todo era conducir y llevar la carga de un sitio a otro. Probablemente el desarrollo tan salvaje de la economía americana tras los años treinta fue favorecida por la ausencia de regulación de este sector. Sería interesante estudiar cómo evolucionó el sector tras los acontecimientos normativos.
Un reparto de auténtico lujo: George Raft, Ann Sheridan, Ida Lupino, y Humphrey Bogart. Casi nada. Quizá el papel de pérfida no le pega a Ida Lupino. No me parece un fallo de guión, porque es una actriz versátil y muy dotada, pero quizá otra actriz hubiera podido funcionar mejor, más encajada en el papel.
Blanco y negro diáfano, un sonido perfecto, una edición estupenda. Me parece una gran película de todo un grande. De Walsh tengo 23 películas, de 85 que rodó a su nombre. Uno de los cineastas más prolíficos de la historia del cine, desde el mudo al sonoro, desde 1915 hasta 1964. Cincuenta años de carrera prolífica, llena de éxitos y de aventuras. Un grande. Definitivamente un grande.

lunes, 13 de diciembre de 2021

§ 2.545. Escrito sobre el viento (Douglas Sirk, 1956)

Un reparto de auténtico lujo -Rock Hudson, Lauren Bacall, Robert Stack, Dorothy Malone- para una de las películas no tan conocidas de Sirk, no de las más célebres. Pero es una película perfectamente trazada, con un guión soberbio. Muy bonita, resultona, y con un análisis de los prototipos de personajes profundo pero sin pedantería, sin subrayados, con la sutilidad de las grandes obras del cine.
Me ha gustado mucho Robert Stack, que lleva todo el peso de la película junto con Bacall, imperial y sofisticada. El guión es absolutamente estupendo, de George Zuckerman, sobre una novela de Robert Wilder, que la imagino un éxito comercial.
El dinero da seguridad, pero no compra el amor. Una eterna pugna que aquí, aunque de manera estereotipada, funciona a la perfección.
Pasiones humanas, celos, violencia, pugnas entre hermanos, arrebatos emocionales, alcohol a raudales, desequilibrios, traiciones, suposiciones erróneas, pulsiones sexuales, embarazos de presuntos estériles, sospechosos, pistolas, homicidios... Todo un coctel de emociones que un gran maestro como Sirk lleva a un nivel superior de emocionalidad. Un melodrama racial y aguerrido. En algunos momentos me ha recordado a los 'dramones' de Tennessee Williams, de esos que exprimen las tensiones humanas y las hacen sucias y oscuras, deprimentes pero terriblemente atractivas.
El resultado de esta película es extraordinario. Me ha parecido a la altura de sus mejores cintas. Compleja, sutil, y con una mordiente descarnada, sucia, sexual y animal. Extraordinaria.

domingo, 12 de diciembre de 2021

§ 2.544. La carne y el demonio (John Gilling, 1960)

Una temática muy conocida pero que, en este caso, al parecer, tiene un fondo de verdad. Los acontecimientos sucedieron, más o menos, con mayor o menor libertad, como aquí son narrados.
Desde luego se podría hacer un subgrupo de películas que abordan esta temática, a veces, como ésta, basada en hechos reales, y otras debidas a la fantasía de los guionistas.
En esta cinta los hechos podían haberse abordado desde dos puntos de vista distintos. Y aunque parece que la historia camina hacia la exposición de los problemas del médico para encontrar los cadáveres, la verdad es que lo que trata de exponer el director es la falta absoluta de escrúpulos  de los asesinos. ¿Cómo una persona es capaz de asesinar a personas simplemente para poder emborracharse en la taberna? La ficha de la película habla de 16 homicidios en 1828 por los dos delincuentes.
El guión está muy bien estructurado, los personajes bien definidos y el blanco y negro se ve muy bien, es diáfano y sin sombras. Además, no dura demasiado y transita sin saltos ni tramas secundarias que interrumpan su desarrollo.
Peter Cushing y Donald Pleasence son los actores más conocidos (al menos para mi). Los dos tienen papeles muy determinados, muy fuertes, firmes. También interviene Billie Whitelaw, en un papel difícil y enrocado, actriz notable de esas que pasan desapercibidas pero que generan un consenso alrededor de lo bien que lo hacen, lo correcto de sus actuaciones.

§ 2.543. Clandestino y caballero (Fritz Lang, 1946)

 

Qué maravilla. La recordaba perfectamente. La he visto no menos de cuatro veces y todas, absolutamente todas, me ha parecido una maravilla. Lang me encanta, todo Lang me encanta. Por momentos de la cinta he sentido ganas de llorar de lo bonita que es. Es capaz de conseguir que te metas dentro de la cinta, de sus diálogos, de sus personajes.
El hombre que es capaz de salir de su zona de confort para ponerse a disposición de su país cuando éste le necesita es una aspiración de cualquier ciudadano de bien.
Es una película muy comprometida, incluso feminista en algunos aspectos. Qué un cineasta alemán rodara esta película, tan sumamente política, tiene su indudable mérito. Pero no creo que lo hiciera para hacerse perdonar ningún pecado, ni por ninguna causa similar. Creo que creía en lo que hacía y que su deber era hacer lo que hizo. Son varias las películas antinazis que hizo. Ésta no, al menos para mi, la más brillante, pero, desde luego, es magnífica.
Los personajes femeninos de esta cinta son fuertes, poderosas, tremendamente potentes. No tiene complejos, no sufren opresión alguna, no se encuentra oprimidas ni tienen problemas emocionales. Juegan al mismo juego que los hombres. La científica húngara, la espía alemana...
El protagonista es algo hierático, tiene convicciones, pero nunca las ha puesto en práctica. Carece de la complejidad que otros personajes. El director no pretende crear un prototipo de hombre complejo. Todo lo contrario. Quiere que sea sencillo y primario. Directo, básico. 
Lo de Gary Cooper es absolutamente escandaloso. Cómo se mueve, qué seguridad en sí mismo, qué porte, qué majestuosidad, qué energía trasmite. Es todo un canon de actor. Es el actor.
Una gran Lilli Palmer, guapa desde la sobriedad, y el muy reconocible Vladimir Sokoloff le acompañan en una cinta magnífica.

§ 3.900. Tres días de noviembre (León Klimovsky, 1977)

  El penúltimo Klimovsky, un gialo patrio en un sanatorio a cuyo mando se encuentra un sofisticado y salvaje doctor encargado de realizar ex...