miércoles, 28 de octubre de 2020

§ 2.058. El Doctor Arrowsmith (John Ford, 1931)

 

   Una de Ford de 1931. Con toda su carga Fordiana, esa épica tan suya, el hombre frente al mundo, frente a la sociedad, frente  a todos, frente a sí mismo.
   No hay en el Doctor la más mínima muestra de clasismo o de elitismo. Con ideas propias, aunque no sean precisamente las imperantes en la sociedad. El fracaso al que se enfrenta le forja en el carácter
   La historia es sencilla, no tiene efectos dramatúrgicos tan en boga en el cine actual. Martin Arrowsmith (Ronald Colman) es un joven e idealista doctor que aunque pretende dedicarse a la investigación con un prestigioso doctor decide ejercer la medicina para poder casarse con la enfermedad de la que está enamorado, la señorita Leora Tozer (Helen Hayes). La novela es del premio novel Sinclair Lewis, y el guión de  Sidney Howard. El estudio es Samuel Goldwyn Company y la música de Alfred Newman.
  Se instala en el campo y ejerce de médico, aunque en su tiempo libre se dedica a la investigación, abordando la fórmula para solventar una peligrosa enfermedad que está afectando al ganado.
   El 'veneno' de la investigación le vuelve a infectar tras oro una conferencia de un médico famoso. Un canto a los soldados médicos, a los héroes de la medicina. Como siempre en Ford es el hombre corriente que, sometido a una presión extraordinaria, se convierte, de forma natural, no forzada, en un hombre providencial, al que se estaba esperando. Pero su transformación no es traumática o forzada. Es natural e incluso esperada. Pero el hombre no pretende que se le agradezca lo que hace, es su trabajo, es su ser, su forma de vivir, su natural ubicación en el mundo. Su forma de ser es esa: podría ser un médico normal y corriente, incluso vulgar, o un gran investigador científico, pero siempre, siempre, sometidos a la normalidad de la vida. El hombre extraordinario se encuentra en  el hombre corriente, y esa es su grandeza. Las mujeres de Ford son fuertes y abnegadas, con carácter pero dúctiles, que tienen claro sus objetivos y que no renuncia a ellos. A mi parecen son mujeres muy femeninas, del mundo en el que les ha tocado vivir. Juegan en la subordinación al marido, al hermano. Su proyecto propio es ser parte del engranaje en el que se incrustan, sin pretensiones propias pero viviendo las del grupo, las del marido, aquellos para los fueron creadas. Lógicamente es una visión que puede ser sometida a crítica, naturalmente, pero no tienen un rol vicario o secundario. Son protagonistas de la historia, en su rol específico.
   Obviamente te tiene que gustar este tipo de historias, aquellas que surgen de la normalidad de la vida.

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