martes, 18 de junio de 2019

§ 1.660. Un sombrero lleno de lluvia (Fred Zinnemann, 1957)

Descarnado retrato de la adicción a la heroína llena de algunos tópicos pero que funciona. Además tiene que tenerse presente que la cinta es de 1957, donde el problema de la drogadicción ni estaba tan presente  ni era tan acuciante. No se sabía tantas cosas sobre el tema y no era un problema de salud pública.
Un blanco y negro muy bonito, muy bien tratado. Un metraje civilizado, un guión bien desarrollado y unos actores adecuados.
Don Murray en el papel del drogadicto. Héroe de guerra que estuvo un año en aun hospital militar en donde adquirió el hábito de los estupefacientes. Estuvo nominado al Oscar por esta cinta. Lo hace bien, un poco rígido, muy poco creíble. Mantiene un cierto glamour que, en realidad, no tiene un yonki. Era un hombre guapo, bien plantado, y con personalidad. Hizo una cincuenta películas, esta era una de las primeras, aunque no triunfó plenamente. Quizá esta sea su mejor contribución al cine. Con el agua al cuello de Rosemberg, y una de de Wester con acción barata y presupuestos ínfimos.
Eva Marie Saint está tan joven y brillante como siempre. Después de la de Kazán y antes de la de Hit, obviamente en cotas menores que en estas dos, de 1954 y 1959 respectivamente. Su aparición en La Ley del Silencio es espectacular, maravillosa, realmente impresionante. Con la muerte... toca techo en esa forma suya de ser etérea y sutil, frágil pero con un corazón de granito. Una mujer profundamente  impresionante.
En esta película sigue la senda de La Ley... pero con menor intensidad, con menos empaque. Tiene más interpretación, en la otra su cometido era otro, más acompañante, aquí juega otro rol.
Lloyd Nolan como padre de los hermanos funciona como lo que pretende ser: un secundario absolutamente imprescindible, sin que ello sea incurrir en contradicción alguna, antes al contrario.
Anthony Franciosa en el papel del hermano matón que sabe muchas cosas pero calla otras. Que ayuda a su manera -equivocada- a su hermano y que siente por su cuñada una atracción que no llega a concretar, a pesar de vivir todos en el mismo piso. Se sabe desde el principio que se ha gastado 2500 dólares que le había prometido a su padre pero no tienes seguridad de a qué se dedica o en qué los ha empleado. 
Henry Silva en el papel de mafioso, con caracteres muy característicos al estilo de Jack Palance, pero con menos carga actoral.
La música es de Bernard Herrmann, y la película estuvo producida por Buddy Adler, un auténtico príncipe de Hollywood.
Buena película, que narra los aspectos más familiares de la adicción a las drogas. No hay glamour, no hay fabuloso en ello, nada aprovechable. Todo es sordidez, amargura, frustración, dolor, silencio y muerte. El deterioro del personaje es evidente, sus escasas relaciones matrimoniales la consecuencia de la adicción. El desprestigio de sí mismo lo lógico. Nada funciona.
El director es, sencillamente magnífico. Uno de los más grandes. 
Su filmografía completa, es la siguiente, más allá de alguna cosa menor que no controlo:
- La última prueba (1942)
- Ojos en la noche (1942)
- La séptima cruz (1944)
- Acto de violencia (1948)
- Los ángeles perdidos (1948)
- Hombres (1950)
- Teresa (1951)
- The member of the Wedding (1952) 
- Solo ante el peligro (1952) 
- De aquí a la eternidad (1953)
- Oklahoma (1955) 
- Un sombrero lleno de lluvia (1957)
- Historia de una monja (1959) 
- Tres vidas errantes (1960)
- Y llegó el día de la venganza (1964) 
- Un hombre para la eternidad (1966) 
- Chacal (1973) 
- Julia (1977)
- Cinco días un verano (1982)
Solo 19 cintas, algunas auténticas obras maestras del cine, le abrieron un hueco en el Olimpo de los mejores.


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