Se puede ver veinte veces, y en cada una de ellas descubres cosas nuevas. Las casas, la arquitectura, las ruinas de la ciudad, en este caso.
La película funciona desde el primer al último minuto, y con una intensidad notable. Tráfico de penicilina, escrúpulos, conciencia, recuerdos que no fueron.
Recordaba más minutos en la pantalla de Orson Welles; realmente sale muy poco.
La música como un protagonista más. La belleza de las imágenes en la persecución en sombra y luz en las alcantarillas de la ciudad son prodigiosas. Plano tras plano, luz y sombra, oscuridad y esperanza. Una persecución dificilísima de rodar, con grandes dosis de emoción y peligro, un goce para el espectador.
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