jueves, 25 de junio de 2020

§ 1.979. Hombres intrépidos (John Ford, 1940)

    La vi hacer mucho, en 2015, en mayo, un martes. En una copia mala, que no se veía del todo bien. Por eso compré esta copia, que se ve mucho mejor. Me gustó mucho.
    El compromiso es una constante en el cine de Ford, en esta no se podía hacer de otra manera. Lo que era una mera misión rutinaria en un carguero en el mar se convierte en una historia bélica sobre la necesidad de llevar municiones 
    El reparto es de auténtico lujo: John Wayne, Thomas Mitchell, Ian Hunter, Ward Bond, Barry Fitzgerald, Wilfrid Lawson, Mildred Natwick, John Qualen, Arthur Shields. Muchos de los que siempre con Ford, probablemente estaba explorando las posibilidad del género, de la realización de películas en serie. Ya era una estrella, sin duda, pero la dimensión que cogería después con las películas del Oeste no se podía prever, aunque sin duda todas estas cintas sirvieron de aprendizaje para la empresa. Me ha gustado mucho.

§ 1.978. La pasión de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer, 1928)

    Expresividad a raudales. Obra grande del cine, aclamada por todos los grandes creadores del género. Muda, con subtítulos en castellano, porque el danés, como que no...
    No sé dónde oí que fue un encargo del Gobierno Francés al director danés para conmemorar no sé qué aniversario. Quiero decir que no es una película propia, una iniciativa suya, sino que proviene de un encargo.
    Visualmente es muy potente, estáticamente portentosa, con unos planos de las caras y de las expresiones faciales que verdaderamente impresionan. Primeros planos de las caras en luces y sombras de una potencia visual tremenda. Con una música de piano que acompaña toda la película al punto de hacerse imprescindible.
    Muy alabada es la interpretación de la protagonista principal: Maria Falconetti, actriz de teatro que sólo había realizado dos cintas con anterioridad y siempre en el papel de actriz de reparto. Es de una expresividad inaudita. Todo un canon de actuaciones, matices como el miedo, el terror, la culpa y la desdicha se expresan en su cara, en su rostro, con total naturalidad, sin dificultad, con una singularidad propia y característica.
    Personalmente me gustó más la versión de Preminger, porque las películas mudas no me llegan. No soy tan buen cinéfilo como para ser hipócrita y afirmar que esto es la quintaesencia del cine. Es magnífica película, que puedo ver y que hay que ver. Que impresiona y que marca cánones estéticos y visuales, sin duda -por ejemplo, Ordet no se explica sin esta película-, pero no veo cine para saber de cine. Veo cine porque me gusta el cine. De las tres películas que he visto suyas: La pasión de Juana de Arco (1928), Ordet, la palabra (1955) y Gertrud (1964) la que sin duda más me gustó fue Ordet. Aunque probablemente ésta sea más influyente.
    La verdad es que no se hace pesada y se deja ver. Entretiene más de lo que parece, a pesar de conocer la historia y haberla visto en varias versiones.
    Seguiré insistiendo en el cine mudo. Hay que ver de todo.

§ 1.977. Tres extraños (Jean Negulesco, 1946)

    Cine negro con pretensiones de gran calado. Siempre me ha gustado Negulesco, desde La máscara de Dimitrios, que me pareció magnífica. 
    El planteamiento es un poco confuso. Dos historias se mezclan: un robo de tres personajes de no se sabe qué, y la historia inicial en la que dos varones se ven arrastrados a una casa por una bella mujer que les dice a ambos que una diosa de bronce que tiene traída china abre los ojos al comienzo de cada año y concede a tres desconocidos un deseo, siempre que sea el mismo deseo. Los tres deciden que se premie un boleto de las carreras de caballos.
    Reparto de superlujo: Sydney Greenstreet el gordo del Blue Parrots de Casablanca,con  Geraldine Fitzgerald, Peter Lorre tan enigmático como siempre. También intervienen Joan Lorring, Robert Shayne, Marjorie Riordan, y Arthur Shields.
    Jean Negulesco es un gran director. En la primera anotación que tengo de una película suya en este Blog digo que me parecía magnífico, en aquella ocasión era Regresaron tres (1950). Más tarde fue La Máscara de Dimitrios, y luego unas seis u ocho más. Solvente, firme, narrador. Murió en Marbella.

miércoles, 24 de junio de 2020

§ 1.976. El rostro (Ingmar Bergman, 1958)

    Entre el Séptimo Sello (1957) y El manantial de la doncella (1959) filmó esta película, entre enigmática y aterradora.
    Cómicos, buhoneras, magos, alcaldes, policías. Un carromato de una compañía circense llega a una ciudad. A la cabeza un mudo que, según dicen, es capaz de hacer experimentos con las personas provocando alucinaciones, magnetismos, cuartos oscuros...
    Pócimas de amor, erotismo y sexo en el siglo XIX en la Dinamarca rural. El sexo como demonio interior, como dominio personal del que el sujeto es incapaz de liberarse, sujetándose a sus dominios.
    Como todas sus películas tiene algo de mágico, de oscuro, de dejar volar la imaginación, de sueños y miedos. Incluso de una cierta espiritualidad.    

§ 1.975. Impulso criminal (Richard Fleischer, 1959)


    Muy bien desarrollada. Muy bien trabajada, con un gran guión, una interpretaciones muy Brithis, simples, efectivas, nada estridentes.
    Una especie de juego intelectual se les va de las manos a unos chicos de clase alta que pretenden afirmar, desde un punto de vista práctico, que la inteligencia superior se sublima cometiendo un crimen perfecto. Unas gafas, una máquina de escribir con un defecto singular, característico son pequeñas pistas que sirven para tirar del hilo de los posibles autores.
    Es evidente la relación homosexual que pretende uno de los chicos con el otro, el subordinado con el que pretende ser el actor principal de la trama, un niño egocéntrico y mimado que, simplemente, no sabe cuál es su lugar en el mundo. El subordinado no sabe realmente si es homosexual, pues se siente atraído por una chica que, como él, disfruta de la ornitología, el alistamiento de pájaros y el campo. Necesita ser ordenador por el que manda. Y esa dependencia le centra en su ser. En todo caso el dominante es un egocéntrico despiadado que encuentra su razón de ser en mandar, y el obediente en obedecer.
- No sabes la belleza que hay en el mal.
- ¿La hay?
- Sí.
    El obediente no es capaz de cometer el crimen en solitario. Se apiada de la chica, es incapaz de hacer el mal por sí mismo. Sí puede seguir al dominante, mitad por el interés que muestra por él, pero también porque hay algo en él que le dirige hacia el mal. Una pulsión malsana, morbosa, dañina.

martes, 23 de junio de 2020

§ 1.974. Prisión (Ingmar Bergman, 1949)

    Tiene 70 años y la película se ve perfectamente. Un blanco y negro precioso...
    Como todas las suyas interesante y sofisticada. Un conocido director de cine recibe la visita de un antiguo profesor de matemáticas que le comenta que quiere que ruede una película sobre el diablo, que es quien gobierna el mundo. Un amigo del director quiere suicidarse, y matar a su mujer. El alcoholismo que sufre le nubla la mente, naturalmente. Tiene un punto de fantasmagórica y gótica, de enrevesada en las vueltas del pensamiento, no en la estructura de la trama. 
    No parece que hubiera desarrollado todavía esa forma tan suya de hacer películas, de narrar las cosas. Entre críptico e irónico, algo cínico y distante, pero tocando los temas esenciales de la entidad del hombre, de aquellos que siempre están presentes en su existencia: el amor, el sexo, la muerte, la religión, la persona. Esto no es Los comulgados, o Persona, es otra cosa, una película más convencional, por así decirlo. Con una estructura propia y un tanto característica, pero en los cánones de las cintas de la época. No eran ejercicios estilísticos circulares, como podríamos calificar a sus obras más personales.
    Todas las películas de Bergman tienen algo de autobiográfico. En esta al menos se aprecia claramente con las escenas de la cámara en el desván, cómo enseña a la mujer cómo se mueve el aparato de cine... me recuerda a lo que cuenta en su autobiografía: La linterna mágica, cuando narra que se escondía para ver esas primitivas películas y se quedaba fascinado con ellas.
    Sueños oníricos con juguetes de la infancia. Intentos de suicidio. Prostitución. Desde luego da para muchas interpretaciones, pero no le cazo ninguna. Ver sus películas tiene que tener algo de dejar volar la imaginación. La bañera, el muñeco que al cogerlo se convierte en pez que es estrangulado y vuelto a colocar en la bañera llena de agua pero sin una gota de sangre o suciedad. Blanca y limpia.
    Actores para mi absolutamente desconocidos: Doris Svedlund, Birger Malmsten, Eva Henning, Stig Olin, Hasse Ekman, Irma Christenson, Anders Henrikson, Marianne Löfgren, Bibi Lindqvist, Curt Masreliez.

§ 1.973. Destino fatal (Robert Aldrich, 1975)

    La vi hace muchísimo años, y no la recordaba. Me gusta mucho Robert Aldrich, creo que tiene clase, que sabe hacer las cosas. Sus películas siempre me han gustado. Esta pertenece a su última etapa.
    Supongo que Aldrich intentaba recuperar cartel, taquilla y necesitaba un trasatlántico de la taquilla como Burt Reynolds, que está espléndido. Catherine Deneuve era una mujer guapísima. Siempre la he tenido por limitada, pero a medida que he ido viendo películas suya mi criterio se dulcifica. Es una actriz más, tampoco es que tenga muchos registros, pero es buena, con los años ha ido creciendo y la retrospectiva de su filmografía es interesante.
    También intervienen Ben Johnson, haciendo de padre de la muerta, Paul Winfield que es el detective de color, y Ernest Borgnine haciendo de jefe de policía, como el secundario de super lujo que llegó a ser, todo un personaje con decenas de películas.
    Es una película más, sin mucha más cosas que decir. Probablemente sea la película más actoral de Burt Reynolds, que no juega del todo mal sus cartas.

§ 3.881. La leyenda de los ocho samuráis (Kinji Fukasaki, 1983)

Fukasaki es el director de la segunda unidad de la películas "Tora! Tora! Tora!" de 1970 cuyo principal director fue Richard Fleis...