jueves, 22 de mayo de 2025

§ 3.847. El Coyote (Joaquin Luís Romero Marchent, 1955)

 
Basada en las novelas de José Mallorquí (que participó en el guión, junto con el tío Jess Franco, cuando sólo se llamaba Jesús), creo que ha debido conocer varias versiones. Ésta probablemente es una de las primeras. Es de nacionalidad mexicana, aún siendo un director español, lo cual dice mucho de los escenarios en donde se rodó, la ambientación, los extras, etc.
Pues está muy bien rodada, responde a lo que se espera de una película de este tipo, tiene un metraje de lo más civilizado (75 minutos) un blanco y negro que se ve muy bien, una trama muy bien desarrollada y un sonido perfecto. Una copia excelente.
Me ha parecido muy interesante, tanto en la forma como en el fondo. Tanto en la estética como en el trasfondo moral que subyace detrás de la máscara que se forma el personaje.
Primeros planos, caras sudorosas, no nos ahorra drama, sufrimiento ni dolor. Es una versión menos edulcorada del héroe. Fuerte y decidido se oculta en una máscara de burgués acomodado a la situación que por momentos le sirve al objetivo pretendido. Dobles lecturas de todo lo que hace. Interesante.

§ 3.846. La hora radiante (Frank Borzage, 1938)

 
Un drama muy típico de la época, en torno al amor y sus consecuencias. Como casi todas las comedias dramáticas de la época. 
Enamoradiza mujer que juega con sus propias contradicciones para sobrevivir de sí misma y sus sueños e ideas.
Triángulo amoroso a su pesar.
Un reparto magnífico. Joan Crawford, tan guapa como siempre. No era una mujer espectacular, no del estilo de las supernovas americanas e italianas de unos años más adelante, pero tenía su gracia, su garbo, su porte y su tesón. Sonriente, sincera y pérfida a la vez. Podía ser buena y, a la vez, ser mala, un minuto después de haber sido buena. Una cara peculiar, un cuerpo gracioso y seguramente un talento descomunal que exprimió hasta la extenuación. Era guapa a su manera, nadie era guapa como ella. 
Un buen joven Robert Young con esa cara entre niño y adulto, también peculiar y propia. 
Margaret Sullavan es otra de las actrices de siempre, no en el estrellato de Joan, pero con su forma peculiar de ver las cosas. Me gusta. Siempre me ha gustado.
El que está siempre imperial es  Melvyn Douglas, qué cosa, qué grande. Es su presencia, es su forma de ser, su manera removerse, como si verdaderamente fuera el millonario aburrido d los papeles que representa. 

§ 3.845. Maniquí (Frank Borzage, 1937)

Parece mentira la actualidad de esta película. El cine no trata de actualidad, o de angiüegdad, sino de emociones vitales, de ayer, de hoy, de siempre. Y las de esta cinta son primarias, de las que brotan a flor de piel. Progreso, salir de la calle, progresar, amar, crecer, creer en uno mismo, ser capaz de resistir, sobreponerse, luchar por los sueños de cada uno.
Un melodrama de toda regla, con una Joan Crawford en estado de gracia. Delicada y fuerte a la vez. Junto con un Spencer Tracy muy joven que a su lado parece más pequeño, menor. Es un gran actor, pero en las escenas que están juntos es ella quien brilla. No hay muchas actrices capaces de opacarle. 
El tercero en discordia es Alan Curtis. Un paniaguado que juega a mafioso pero no es tan duro como para forjar su propio carácter y determinación en la vida. Juega a serlo, sin serlo.
Un melodrama en toda regla. Amores cruzados, sueños, realidades y problemas cotidianos. Tiene algo imperecedero, intemporal, que siempre ocurre, que siempre ocurrirá. 
Hay un proverbio japonés: cuando más tarde te bajes del tren equivocado, más kilómetros tendrás que recorrer para volver a empezar.

martes, 20 de mayo de 2025

§ 3.844. Assassin Club (Camile Delamarre, 2023)

Un thriller de asesinos del todo convencional. De un director del que no había visto nada, aunque solo tiene cinco películas rodadas y una sexta en cartera a punto de estrenarse.
Todo se fía a la acción, cuyo tratamiento es interesante pero plano. Pretendidamente complejo pero sencillo. No me ha parecido gran cosa.
El estudio de los personajes es de lo más vulgar, estándar y desafecto. No tienen demasiada vida, ni matizan sus expresiones, emociones o intereses. Actores poco conocidos, al menos para mi, que se dejan llevar sin más. 
Los escenarios al aires libre son muy bonitos -París, Roma, Luibliana, etc.- y tienen su gracia. La copia se ve estupendamente, con un color magnífico y un sonido espléndido. 
Pero no consigue emocionar. En absoluto. 
Me parece que es la última película de Sam Neill, en un papel secundario pero importante, que luce estupendo, a pesar de esta enterísimo de cáncer cuando la rodó, según dicen.
El problema de la película no es de guión, sino de personajes y credibilidad de los actores principales.
Es realmente espantoso el protagonista principal, que es Henry Golding, que sólo he visto en "Los señores de la mafia" (Guy Ritchie, 2019) que me gustó bastante, pero no recuerdo al actor en su personaje.
Daniela Melchor es la otra protagonista, y también lo hace fatal. No encuentra el tono, ni dramático ni melodramático, sin sustancia, sin interés, sin énfasis, sin nada...
La idea podría haber funcionado si el tratamiento hubiera sido otro. Realmente es horroroso. Parece una mala copia de las películas de Tom Cruise y su Misión imposible, en sus varias versiones. Tecnología al servicio de encargos criminales, una lucha entre asesinos y una especie de juego mortal organizado no se sabe muy bien por quién ni para qué, ni por qué.
Como a todas las de la ahora, le sobran veinte minutos.

lunes, 19 de mayo de 2025

§ 3.843. Querelle (Rainer W. Fassbinder, 1982)

Última película de un director que tengo por difícil, oscuro y algo abstruso. Lo que he visto de él no me parece tan complicado, la verdad. Sí es cierto que tiene una estética algo peculiar, y que como otros directores emplean una estética singular. No pretende reproducir una historia de la vida real, sabes que es cine, tiene aspectos y tramas alejadas de la realidad. No es ciencia ficción, narra episcopal y circunstancias de la vida real pero de una forma, de una manera, que no se produciría en la realidad. Todo es impostado, la estética, la trama, el guión, los diálogos -en este caso parecen en algunos momentos sacados de una obra de teatro de la Siglo de Oro español-, y lo que sucede, siempre inverosímil.
La estética de los personajes es peculiar. Por un lado marineros con casco de trabajo y chupa de cuero en los bares, y, por otro, marineros vestidos de blanco y con gorra sobre cuerpos esculpidos en los gimnasios y caras afeitadas barbilampiñas. 
Es evidente que la cinta es todo un alegato al orgullo gay. De hecho está dedicada a una pareja suya, El Hedi ben Salem, que rodó con él algunas películas y vivió una relación tormentosa y conflictiva: peleas, disgustos, broncas, delitos, huidas al extranjero, cárcel, etc. Al parecer apuñaló a varias personas y huyó a Francia y murió en una de sus cárceles, manteniendo en silencio de este punto al director, que por años le consideraba vivo. Sólo en los últimos años de vida del director se le comentó la verdad.
La estética Jean Paul Gaultier con esos marinero andróginos que anuncian perfume para hombre y mujer prácticamente con la misma estética, el anuncio, en realidad, es de un perfume con dos versiones, hombre y mujer, que se llama igual y mantiene la misma o parecida estética.
Te tiene que gustar. A mi no me ha parecido una mala película, pero no me ha gustado demasiado. Es innovadora, perturbadora, muy valiente para su momento -un marino, símbolo de la virilidad, siendo sonorizado, no es la imagen más edificante de la masculinidad tradicional- pero poco edificante, al menos para mi.
Es irreverente hasta decir basta, las imágenes del calvario de un marinero, probablemente homosexual, acompañada por la Madame del burdel y el capitán heterosexual pero que se culpa de su condición verdadera es realmente  potente.
El papel de Franco Nero se entiende, es la ocultación de la homosexualidad en una vida heterosexual, y no lo hace mal, pero parece algo rígido y muy inflexible. Nada que ver con el otro actor principal, Brad Davis, que verdaderamente borda el papel, lleno de matices, culpa, redención y orgullo. Tiene su aquel, desde luego.

§ 3.842. El juego del adulterio (Joaquin Luís Romero Marchent, 1973)

Una película de Romero Marchent que no es del Oeste. Y me ha sorprendido. Es un buen cineasta, es una buena película. Le falta un poso de pulso, tiene algunos déficit de guión y por momentos se pierde la tensión y se ven las costuras, pero entretiene. Algo fantasmagórica y un poco dispersa, pero se deja ver. 
El gran Vicente Parra, junto con Juan Luis Galiardo, a los que se le suman Agata Lys y la guapísima Erika Blanc.
Dicen que está inspirada en Las Diabolicas, de Clouzot, pero el parecido no se lo veo por ningún aparte. Pero por ninguna parte. Aquí hay un secuestro, no un asesinato, y el plan de esta película es ejecutado sólo por una persona, no por dos, aunque es cierto que el plan que muestra no es exactamente el que ocurre. Y aunque los dos delitos salen mal, es por diferentes razones. Aquí hay, en realidad, dos planes diferentes, que se entrecruzan.
Verdaderamente el parecido no hay por dónde conjerlo, pero bueno.
Me falla la música, que pretende ser un acompañante pero no lo consigue. Es algo tediosa y monocorde y no emulsiona en los momentos de climax argumental.

domingo, 18 de mayo de 2025

§ 3.841. The beast (Lee Jung-Ho, 2019)

Película de policias coreana. De Corea del Sur, naturalmente. 
Responde a los cánones de cinta policial norteamericana. Los dos tipos de policía, un crimen que investigan ambos, una lucha interna entre ellos que descubre odios y trifulcas anteriores y un escenario de ascensos, meritocracia y politiqueo en el que los enfrentamientos entre ellos nada bueno augura.
Es algo plana, camina por sendas trilladas, y no innova en demasía. No hay nada que aporte a cualquier película occidental del género. Es convencional como pocas. Vida interior del policía, familias afectadas por la presión, ataques de pánico, medicación, neurosis policial, etc. 
No me ha parecido gran cosa.
Si es cierto que las escenas son altamente realistas, incluso crudas. Pero es lo único que aporta. Poca cosa. Además es sumamente larga, 130 minutos. Un metraje más allá de los cien hay que saber gestionarlo. Y no parece que este director en esta cinta hay sido capaz. Es la segunda película de un directo del que no he visto la primera.

§ 3.916. Beltenebros (Pilar Miró, 1991)

La vi hace muchísimos años, en Cabueñes, en Asturias, en un campamento juvenil que organizaba el Injuve (el Instituto Nacional de la Juventu...