martes, 21 de mayo de 2019

§ 1.638. Mañana a las diez (Lance Comfort, 1963)

Interesante película de un director Británico, para mi desconocido: Lance Confort, autor de una veintena larga de cintas, desde 1942 hasta 1965. Todas, por lo que he podido ver, de similar tenor: cine británico por los cuatro costados, con interiores, gran desarrollo teatral en espacios cerrados y con gran trabajo en el guión, tensión creciente y desarrollo bien narrado. Antecedente claro de El rapto de Bunny Lake (Otto Preminger, 1965), aunque rodada después de Niebla en el alma (Roy Baker, 1952). Las tres tienen algo en común, aunque la más aterradoramente veraz es la de mi director favorito.
Un niño es raptado por un hombre, haciéndose pasar por chofer. Después de dejarle abandonado en una casa con una bomba colocada en un muñeco, vuelve a la casa del padre para pedirle dinero: 50.000 libas esterlinas, un auténtico dineral para la época. Si no se desactiva la bomba antes de la diez de la mañana del día siguiente explotará. El secuestrador pretende coger el dinero, tomar el dinero y marcharse a Rio de Janeiro, para llamar desde allí y comunicar dónde se encuentra el niño y la bomba.
El secuestrador es Robert Shaw muy conocido por ser el personaje al que timan en El golpe (George Roy Hill, 1973), y también muy conocido por su participación en Tiburón (Steven Spielberg, 1975). El comisario y el padre del niño no son interpretados por actores muy conocidos, al menos para mi.
El drama moral se presenta cuando el padre del niño llama a un comisario amigo suyo para exigir que el policía que lleva el caso deje marchar al secuestrador. El policía ha sido llamado por la niñera, y no pretende dejarle marchar. El problema es que si retira del caso al policía asume él la vida del niño y su resultado.
Los diálogos entre el secuestrador y el policía son interesantes. Plantean el mismo problema moral que ¡ Rapto ! (Alex Segal, 1956): pagar el secuestro supone dos cosas: asumir el coste económico, claro, pero, sobre todo, asumir que el que paga se pone en manos del secuestrador.
Una pista, que no se sabe si es real o un señuelo, es la colocación de la bomba en un muñeco negro. ¿Por qué precisamente negro?
También llama la atención cómo le revuelve el interior las preguntas del policía sobre su madre, y sobre su infancia.
Llama la atención la cantidad de preguntas que hace el policía, como una máquina, una ametralladora... acumula información para luego poder deducir dónde está el niño, y cómo desactivar la bomba.
Me ha gustado, es interesante, se deja ver, tiene un metraje contenido, diálogos interesantes y un resultado apreciable. Tengo que ver más películas de este director.

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