Como obra conjunta no puedo hacer todavía un juicio crítico, tengo que esperar al final del tercer volumen para apreciar en toda su magnitud la trascendencia de la película.
Esta primera parte está teñida de dos matices: un profundo antibelismo y una idea socialista de la producción y de la organización del trabajo.
Del director vi hace tiempo "Harakiri" que se rodó después de esta trilogía, y me deslumbró. Me pareció colosal, magnífica y verdaderamente una obra de arte.
Esta cinta tiene las misma hechuras, los mismos mimbres. Planos abiertos, a media altura, no desde el suelo como Ozu, nítidos, firmes, sin movimientos -tráveling, zoom, etc.-, con un cierto planteamiento teatral.
Tiene mucha más trama de la que parece a primera vista, pero todos los escenarios son propicios para proyectar en la práctica las ideas teóricas de un socialismo humanitario y colectivista dirigido a la supervivencia del género humano y la superación de las canciones miserables de vida en la que la clase explotada se encontraba, principalmente prisioneros de guerra (extranjeros) y políticos (nacionales).
El protagonista absoluto lo interpreta Tatsuya Nakadai, actor mítico del cine japonés que ya actuó en otras cintas de Kurosawa. Al parecer un actor muy reconocido, mítico en el cine japonés.
Desde un punto de vista meramente histórico, Japón ha tenido que se un país tremendamente belicoso y guerrero. Muy apegado a una vida marcial muy marcada que inunda toda la sociedad y sus relaciones, a veces excesivamente jerárquicas. Por otro lado la penetración de las ideas sociales del pensamiento marxista, en cualquiera de sus variantes, tuvo que encontrarse con dificultades enormes.