Una película distinta, onírica, angustiosa, malvada, malsana, retorcida, putrefacta, deprimente y colosal. Un ensayo sobre la locura, la ambición, la codicia, el pecado, la redención y el sexo.
Las pasiones desatadas forman parte del inconsciente de cada uno, pero la espoleta que lo dispara a veces genera efectos indeseados, consecuencias secundarias, pecados existenciales, vitales y personales que trastocan la vida propia y la de los que rodean al afectado.
Hay tarros de las esencias que es mejor no destapar.
La presentación del diablo es magnífica. Mejor dicho, de la diabla, en femenino.
Me gusta de Buñuel la jueza animal de sus personajes, la idiosincrasia tan marcada en los roles específicos de cada uno de los personajes. Es, en este sentido, un director clásico en cuando a los personajes. Hay buenos, malos, tontos, listos. Y se aprecia en cada momento.
Sin embargo, no es un director ortodoxo en cuanto al tratamiento, los claro oscuros subrayan estados emocionales de los personajes, y los temas son duros y secos, abruptos y tremendamente pasionales.
La vida es así, podría decirse.