jueves, 18 de mayo de 2023

§ 3.042. El parador del camino (Jean Negulesco, 1948)

 

Pues cine negro de altura, lo que hacía Negulesco en sus primeras películas. Con una Ida Lupino absolutamente magnífica, atractiva, segura de sí misma, algo oscura y con un fondo de maldad que la hace más sugestiva. Y además canta, mal, pero canta, de manera triste para canta. No tenía una cara especialmente agraciada, y ni siquiera podía encuadrarse en el grupo de mujeres bellas del Hollywood clásico (era muy delgada y con largas piernas), pero tenía un glamour, una forma de moverse y comportarse muy singulares, como con mucha atención, como si esos ojos grandes y luminosos que tenía fuesen a incendiar la habitación en la que se encuentra. En otra liga juega su voz, algo metálica y cascada por la ingesta masiva de cigarrillos y alcohol.
Cornel Wilde tan varonil y tan poca personalidad como siempre. Esa cara marmórea similar a la Victor Mature. Aquí es el pardillo, el chorlito, el tontín... pero lo hace bien.
Una guapa Celeste Holm y el pérfido Richard Widmark, capaz ya de encarnar a ese tipo de personaje complejo, antisocial y nada solidario con los seres humanos que le circundan.
Llama un tanto la atención la forma de arrancar la cinta, desde el inicio va directo a la cabeza, sin tregua, sin concesiones. Indudablemente es un efecto pretendido para que la cinta dure más y el espectador pueda cuestionarse cuál es el pasado de la mujer recién llegada. El resto del guión es previsible, pero no aburre y por momentos es intensa y refrescante.
Me ha gustado mucho.

miércoles, 17 de mayo de 2023

§ 3.041. Más rápido que el viento (Robert Parrish, 1958)

 

Interesante propuesta de Western clásico con triángulo amoroso al fondo, hermanos muy distintos enfrentados en el fondo de las perspectivas de vida tan distintas que tienen y un escenario de violencia soterrada como escenario en el que se desenvuelven pasiones y resentimientos.
Los papeles están muy bien caracterizados: el nervioso e irascible, el responsable mayor que cuida de todo, la camarera que ve una oportunidad en esta nueva vida que se le ofrece.
Es algo previsible, pero funciona y se deja ver. Robert Taylor está estupendo, y Julie London (que supongo que es la cantante) está comedida y cauta, serena y enamorada, y defiende bien su papel de mujer con pasado oscuro y muchas conchas en la vida.
John Cassavetes, que siempre he considerado un actor algo escorado hacia la hipérbole  y la caricatura de sí mismo, funciona bien en el papel histérico que le toca defender, exactamente igual que el que juega en Código del Hampa. Actor impactante, muy gestual pero, a mi juicio, bastante limitado. 
De Parrish ya he visto varias cosas, y me parece un director interesante, de rango medio pero prolífico y muy asentado en la industria.
La película está bien, pero no llega a las cotas de otras cintas del Oeste.

martes, 16 de mayo de 2023

§ 3.040. 37 horas desesperadas (Michael Cimino, 1990)

Penúltima cinta de Cimino, la que probablemente se le condenó al obstracismo en la industria definitivamente.
Con esta las he visto todas, las buenas: Un botín..., El cazador; las mediocres: La puerta, Manhattan..., El siciliano; y las peores: ésta y al cazador de sol.
Siete cintas en total con resultado discreto. Una obra verdaderamente cumbre, y unas cuantas medianías que ni fu, ni fa. Se pueden ver, pero poco aportan. 
Ésta en concreto es bastante normalita. Comienza bien, con dos historias paralelas que antes o después se juntarán y explicarán por qué de la historia doble. Pretende ser un remake de Horas desesperadas de William Wyler de 1955. Es casi una ofensa. Pero cosas peores se han viso y se han rodado.
Es un producto a medio camino entre el blockbaster, y el cine de autor que no puede funcionar bien. Entre una búsqueda desesperada de la taquilla y la afirmación de sí mismo como autor de una época, como exponente cualificado de una generación.
Es de esas que considero de un solo visionado.

lunes, 15 de mayo de 2023

§ 3.039. Golpe audaz (Don Siegel, 1980)

 

Una de las últimas de Siegel, la última ya la vi hace relativamente poco tiempo, seis meses quizá. 
La chica es Lesley-Anne Down, actriz más de televisión (Dallas, Norte y Sur) que de cine. Con esa atracción moderna, con hombreras, cuerpos estilizados y cara huesuda. Burt Reynolds apuraba los mejore años de su carrera con papeles en los que hacía de hombre duro y galán neoromántico. Su encanto varonil ya se había ajado, arrugas y un cuerpo ya no tan atlético como antes lo atestiguan.
David Niven da el caché de entidad a la cinta, también apurando sus últimas películas, pero excelentemente conservado. Con la apostura y la galanura de toda una generación. Un actor venido a generalista desde la excelencia, por el que habían pasados los años y habían dejado huella pero que mantenía el estilo y el glamour como grandísima estrella que fue.
Un tono de comedia ligera, casi de situación, para contar una historia de robos que no llega a dar en la tecla con toda su intensidad. El genio se había acabado, como a otros tantos directores que siempre creen que les queda una última cinta pero que no es así. 
Se puede ver, y de hecho entretiene durante un rato, pero es un poco larga y para contar lo que tiene que contar no es necesario que invierta tanto tiempo. Con 90 minutos redondos hubiera bastado. Le sobran 20, cuando no 30.
Además la relación de amor que pretende construirse no funciona. Recuerda por momentos a Atrapa un ladrón, pero no tiene nada que ver con aquella. Ni en glamour, ni en los paisajes, ni el tono optimista y vitalista de la obra de Hit. 

domingo, 14 de mayo de 2023

§ 3.038. Los crímenes del museo de cera (André De Toth, 1953)

 

Me parece de una modernidad sorprendente. Tiene ese toque de las películas de siempre, de aquellas que no pasan de moda, o, por mejor decir, de aquellas que marcan la moda, los estilos, las formas de hacer las cosas.
No sólo en el color, que es estupendo, sino en la forma de abordar la sucesión de historias dentro de la principal. Encajan absolutamente, con facilidad y sencillez. Incluso la música acompaña de verdad.
Que el protagonista es una antecedente de Fredy Kruger no parece que sorprenda a nadie, pero si nos fijamos en su ropa apreciaremos el estilo que tiene, pudiendo ser perfectamente actual: el color negro, el sombrero de ala ancha, la capa a mitad de camino entre una capa española y un gabán argentino, de esos que sirven para cuidar vacas.
Las sombras de la noche, los cambios de ritmo, la profundidad de cámara, y los ruidos y sonidos hacen que la sensación en los momentos climáticos sea agobiante, experimentando desasosiego, intranquilidad y un cierto malestar. Supongo que al lado de las películas de terror actuales, llenas de sangre, sustos y efectos dramáticos el miedo de ésta queda anticuado, casi vintage, incluso infantil y melodramático, pero la cinta está perfectamente organizada, no pierde su interés en ningún momento y es de las recordadas por años.
Me ha encantado.

sábado, 13 de mayo de 2023

§ 3.037. Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952)

 

Me parece una película extraordinaria. La vi hace veinte y dos años, en otro lugar, en otra vida, quizá con la misma mirada felina, y me llenó mucho, sobre todo la valentía del hombre que se enfrenta a su destino, pase lo que pase.
Ahora, 3000 películas después, descubro otras lecturas. Para empezar puede leerse en clave feminista, porque la participación de la chica en  el desenlace tiene su importancia, pero, sobre todo, debe leerse como un relato de la cobardía de un pueblo frente a los malos. Me ha recordado mucho a lo que en este país ocurrió con ETA y el silencio, a veces cómplice, de muchos ciudadanos vascos, que bajo el cómodo manto de "eso no va conmigo" aguantaban auténticas ignominias, como por otra parte sucede ahora con sus herederos. No me gusta la política, pero es una situación idéntica.
Por otro lado no entiendo que no pueda gustarte esta cinta y también Rio Bravo, que parecen dos arquetipos de hombres totalmente diferentes. 
A mi me gustan las dos. Cada una en su estatus y en su nivel, pero me gustan las dos.

viernes, 12 de mayo de 2023

§ 3.036. A sangre fría (Juan Bosch, 1959)

 

Noir español en plena dictadura. Con todos sus problemas, entre ellos la censura, y siempre a la rémora de las grandes producciones americanas.
Arturo Fernández, tan galán y tan guapo como siempre y un Carlos Larrañaga varonil y sumamente arrebatado en su rol de pardillo del grupo.
Es la historia de siempre, contada desde la necesidad y los sueños de una España en blanco y negro, una noche peligrosa y unas mujeres no tan fatales como las americanas porque tenía la falda más larga, menos escote y menos morbo. No se mueven tanto y sus besos no son tan delictivos.
Retrato sencillo de una época, nada realista, y algo idealizado del crimen y de los criminales. Pero es evidente que no puede salir bien el asunto.
Me ha gustado mucho la banda sonora de Jazz que acompaña toda la cinta, a cargo de José Solá. Probablemente no sean composiciones suyas, sino retazos de piezas o canciones adaptadas a la dinámica de la escenografía. Es realmente brillante. El jazz nunca ha sabido sacudirse esa monserga de ser la música del crimen, del delito, de la marginalidad, de la violencia, de la negritud, incluso de una cierta lucha de clases. Pero ese es otro debate.
Tiene un desarrollo algo convencional, y es muy previsible. Pero da gusto ver películas bien hechas, con dedicación, bien trazadas desde el principio. Primera película que veo de este autor.

§ 3.894. El secreto inconfesable de un chico bien (Jorge Grau, 1976)

Pues no. No le salió bien a Grau. Un director de lo más interesante, con títulos verdaderamente potentes. Eran los años de la transición, de...