miércoles, 2 de noviembre de 2022

§ 2.814. Remando al viento (Gonzalo Suárez, 1988)

 

Siempre he tenido ganas de ver esta cinta. Evocadora e ilusionista, interesante como expresión de una forma de hacer cine singular, delicada, sincera, atendiendo a las exigencias de lo visual, alejada de lo efectista, de los recursos técnicos. Para él el cine es guión, encuadre visual y desarrollo emocional. La cinta está llena de delicadezas, de momentos de regodeo con lo estético, con luces brillantes y muy pocas sombras, solamente aquellas que sirven de contraste temático y estilístico.
Es la primera cinta que veo de Suárez, un hombre singular, gran director y, al parecer, excelente novelista y ensayista. Toda una vida dedicada a la cultura, a la creación de belleza. Me ha gustado mucho, aunque por momento se hace un poco pesada, no tanto por el metraje sino porque hay momento de vacío, de no saber qué ocurre o qué pasa, momentos de impasse.
Pero creía, con todo, que era mejor película. El resultado, que es magnífico, lo imaginaba más redondo, más cerrado, más completo. Es una buena película, que tiene desarrollo, una música extraordinaria, un diseño de producción brillantísimo, un atrezzo de auténtico lujo, pero la tenía por ser una auténtica obra de arte y me he tenido que conformar con una buena película.

martes, 1 de noviembre de 2022

§ 2.813. La última película (Peter Bogdanovich, 1971)

 

La verdad es que la vida rural norteamericana no me pone en absoluto. Me agrada más cualquier tema español de siempre, incluyendo las "españoladas".
Desde luego han evolucionado bastante bien tanto Jeff Bridges como Cybill Shepherd, ambos jovencísimos pero brillantes, insultántemente talentosos y magnéticos. La pantalla se llena con ellos. Timothy Bottoms pasa más desapercibido, no presenta esa atracción animal tan típica de los excelentes actores.
Otra cosa es Ben Johnson un hombre de raza, hoy pistolero, mañana hombre del espacio, siempre sobrio, siempre en su papel, siempre en su justo punto. Un actor excelente.
Si consigue transmitir esa sensación de abandono y soledad de la juventud, esa falta de identidad consigo mismo, esa dificultad para situarse en un mundo que no comprende y que, de alguna manera, siempre te resulta hostil y difícil.
También expresa muy bien la falta de futuro de la propia sociedad, las dificultades para hacer caminar la sociedad. Una cierta perspectiva vital complicada en su simpleza. 
No hay nada de adornos en la película. Es seca y dura. Poco ornamentada, no excesivamente sutil. Pretende reproducir los arquetipos de funcionamiento social de la época.
Desde luego entiendo que la cinta guste, incluso que sea muy bien considerada, pero no es el tipo de cine que más me gusta. Hay que verla, pues hay que ver de todo y esta cinta tiene bien ganada su fama de gran cinta, pero no es lo que más me agrada.
Del director ya he visto algunas cosas suyas, una buenas o otras mejores, pero es un director considerable, de altura. Gran conocedor del oficio y muy entregado a su profesión.
Rezuma tristeza, melancolía, amargura, desamparo, desilusión. No es la película más optimista del mundo precisamente.
El tratamiento del sexo juvenil tuvo que ser muy atrevido en su momento. Tiene algo de artificial, poco delicado y sumamente funcional. No hay nada interesante en su planteamiento. Hay más sordidez y aburrimiento que otra cosa. Mucha impostura y mucho desconocimiento.

lunes, 31 de octubre de 2022

§ 2.812. Corredor hacia China (Samuel Fuller, 1957)

 

Con las bélicas de Fuller hay que tener cuidado, porque no sabes si estás viendo una cinta bélica o antibelicista. Aunque hay que recordar su entradilla: "Esta película está dedicada a Francia". Es toda una declaración de intenciones. 
Qué guapísima está Angie Dickinson, una mujer guapa, sentida y sumamente sexy en uno de sus primeros papeles principales. Luego vendrían mucho otros, claro. Acompañan a la estrella recién encumbrada: Gene Barry, que no me suena especialmente, Nat 'King' Cole, en esas películas en las que se participa porque se es ya una estrella y emprende una carrera fácil en otro medio, seguramente desde la facilidad que supone ser bien aceptado desde el principio y sin cortapisas. Pero lo hace muy bien, su papel es impactante y recordable. No pasa desapercibido.
También actúa un tal Lee Van Cleef, que probablemente empezaba a destilar por sus venas algo más que Whisky y Bourbon.
La vi hace muchos años. Pero no la recordaba bien. En realidad no la recordaba en absoluto. 
Fuller es un director sólido. Un grande, aunque quizá no del todo reconocido por el gran público. Tengo la idea de que en los últimos años, como ha ocurrido con otros grandes directores, su personalidad y sus películas está en revival, de vuelta, reivindicándose.
No recordaba el racismo latente que destila toda la cinta. Además, se mire como se mire es una cinta abiertamente anticomunista.
El conjunto me ha parecido interesante.

§ 2.811. El mundo en su manos (Raoul Walsh, 1952)

El hombre de Boston. Un clásico del cine de aventuras, con un Gregory Peck absolutamente maravilloso, unos secundarios estelares, un guión maravilloso y una capacidad de sumergirte dentro de la historia como sólo sabe hacerlo un maestro de maestros como es Walsh. De él me siguen quedando una cuantas por adquirir, especialmente las anteriores a 1930 y La gran Jornada.
También está magnífico Anthony Quinn, y la chica es la que menos me suena. Se llama Ann Blyth, y no la recuerdo en grandes cintas, aunque si sé que trabajo en Alma en suplico y en Todos los hombres eran valientes.
Walsh era un maestro, sobre todo para las películas de aventuras. Y esta es una de sus mejores obras. Realmente brillante.
La carrera de barcos en alta mar es, sencillamente, majestuosa.

§ 2.810. Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954)

 

Pero, pero, pero ¿esto qué es, una película o una novela de los clásicos rusos de finales del XIX y principios del XX?
Más allá del personaje 'hombruno' de Joan Crawford y su fortaleza y determinación, con esa mirada líquida en la que te puedes mirar y no reconocerte, me ha gustado mucho, muchísimo, la pulcritud en los sentimientos de Sterling Hayden, un duro 'blando', un actor de lo más versátil, de lo más interesante, de lo más profundo.
Además se acompaña la cinta de dos grandes de verdades: Ward Bond, y Ernest Borgnine, actores que de por sí podrían cubrir una película como protagonistas perfectamente.
El recurso a la violencia en la pulsión que le pierde al protagonista. 
La vida quizá son más cosas que recuerdos, pero también son recuerdos. Lo que pudo ser es totalmente diferente a lo que es. Y quizá la película va de eso.
Los primeros 36 minutos se circunscriben en un escenario cerrado, el hotel y el bar, y, la verdad, aunque tiene su escenografía parecida al teatro o se hace nada pesada.
Tiene algo 'canónico', algo estándar, algo 'de siempre', un tema ancestral, de siesta, lo que nunca cambia.

domingo, 30 de octubre de 2022

§ 2.809. Horizontes de grandeza (William Wyler, 1958)

Grandiosa, Homérica, gigantesca, monumental, Sakesperiana. Más drama que Western, o un drama ambientado en el Oeste. El bien, el mal, las pequeñas infamias, las mentiras llevadas al extremo, la incapacidad para perdonar, y la violencia como forma de resolución de los problemas. La ha visto varias veces, probablemente ya será la cuarta o quina vez, y sigo sintiendo que nos encontramos ante una obra maestra. El ritmo, la cadencia, el guión, las miradas de los actores, sus gestos y poses, sus movimientos. Es una obra muy de actores, aunque no lo parece.
Me ha gustado muchísimo Gregory Peck, hace un papel muy sereno, un rol que encarna la ciudad y la razón frente a lo abrupto del Country. Me ha encantado Jean Simmons, de la que se enamora perdidamente Gregory, y que hace que abandone a su novia, con todo lo que eso conlleva. Pero sobre todo me ha encantado Burl Ives, que hace un papel canónico. Quiero decir: un vaquero resentido y amargado con un pasado lúgubre y ningún futuro se tiene que comportar así, como él lo hace.

miércoles, 26 de octubre de 2022

§ 2.808. Suspense (Jack Clayton, 1961)

Una cinta bastante conocida que hasta ahora no he tenido la oportunidad de ver. Es lo que yo denomino una película 'británica', con ese estilismo tan tradicional y clásico, en las ropas, en las casas, en los modales de los personajes, siempre con esa campiña tan singular.
La tensión entre las tensiones por vivir una vida más excitante y la rígida educación victoriana es la clave de bóveda sobre la que se edifica la exposición temática. Hay algo de confusión en la vida de los personajes, debido seguramente a su forma de apreciar algunas de las cosas esenciales de la vida. El amor, pero sobre todo el sexo, la atracción y la pulsión sexual determinan los comportamientos de los adultos. Pero lo novedoso de la historia es que esas mismas tensiones las tienen los niños, y eso es lo más aterrador, que los niños pueden tener comportamientos de adultos.
Por otro lado está la institutriz, cuya cabeza no funciona del todo bien. No se llega a saber si los fantasmas que ve sólo los ve ella, y por tanto es ella la que distorsiona la realidad, o si, por el contrario, son reales y es la única que tiene la capacidad de verlos. En definitiva, si está intrínsecamente perturbada y esa perturbación se acrecienta con el trabajo, la soledad y el trato con los niños, o si, por el contrario su perturbación es producto precisamente de la aparición de esos fantasmas que son reales. 
La temática también es muy británica, en este caso una directa adaptación de "Otra vuelta de tuerca" de Henry James, autor estadounidense de nacimiento más tarde nacionalizado británico.
El toque de clase que le da Deborah Kerr es majestuoso. Es una gran dama del séptimo arte que rezuma clase, estilo y personalidad en cada actuación que hacía. 
El resto del reparto se compone de un Peter Wyngarde para mi desconocido, y del siempre solvente Michael Redgrave, actor británico donde los haya.
También intervienen de Megs Jenkins, Pamela Franklin, Martin Stephens. No es un escenario de una obra de teatro, pero desarrolla pocos personajes.
El resultado es magnífico, una obra de arte capaz de conmover y emocionar a partes iguales. Sobre todo es interesantísimo cómo la institutriz va perdiendo, poco a poco la cabeza, cómo va enloqueciendo y desconectando de la realidad.
Una pequeña joya.

§ 3.902. Entre el amor y el juego (Sam Raimi, 1999)

  Tercera vez, quizá cuarta, que la veo. Siempre me ha gustado mucho.