domingo, 6 de marzo de 2022

§ 2.635. Todos eran mis hijos (Irving Reis, 1948)

 

"Dramón" prácticamente existencial sobre la culpa y la redención. El perdón de los demás y el que uno tiene que darse a sí mismo cuando las circunstancias así lo requieran.
El olvido de las culpas pasadas debe ser completo. Porque los acontecimientos que las reproducen y facilitan de nuevo traen consigo un sufrimiento mayor. El cinismo como estrategia de olvido no funciona, aunque la culpa no es algo objetivo, sino individual. La amargura del protagonista no se dulcifica, todo lo contrario, con la recuperación del pasado. Y Edward consigue transmitir esa sensación. Es algo sutil, pero apreciable, de gran mérito. 
El guión es de Chester Erskine sobre una obra de Arthur Miller muy aclamada. Si te dicen que es de Tennessee William te lo crees, aunque la tragedia no se proyecta sobre los aspectos individuales -sexuales, afectivos, emocionales, matrimoniales, etc.- sino sobre circunstancias sociales. El drama no es individual, sino colectivo. Un aspecto social de la dramaturgia americana.
El metraje es contenido, los actores, especialmente Edward G. Robinson está soberbio (que no le hayan otorgado un Oscar en toda su carrera es, sencillamente, una de las mayores injusticia de la historia del cine y una contribución al descrédito de los premios en general y de éste premio en particular). Burt Lancaster  no está tan lleno como en otras películas suyas posteriores. Seguía siendo  un chico que tenía toda la carrera por delante. 
Del director he visto La noche plena (1940) y El Halcón inicia el vuelo (1942), interesantes ambas.

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