lunes, 23 de diciembre de 2019

§ 1.777. Rapsodia en agosto (Akira Kurosawa, 1991)

Color. También era un maestro del color. El tratamiento del color rojo seguro que tiene una significación que se me escapa, pero es el centro visual del comienzo de la cinta.
El respeto a las tradiciones, la visión de una anciana sobre su propia vida. La diferente perspectiva generacional entre una abuela y sus nietos sobre la vida en general y sobre el pasado en particular.
La bomba nuclear en Nagasaky y sus secuelas devastadoras durante décadas en al población civil. No sólo desde el punto de vista físico, sino principalmente emocional, como un elemento de reflexión sobre el recuerdo de lo que fueron.
No hay un juicio moral, ni siquiera una crítica social o política. Es algo que se vive como inevitable.
Los niños quieren saber qué ocurrió, y se debaten entre el nuevo odio a los americanos por lo que ocurrió y la asunción de la realidad inapelable.
La abuela cuenta historias, recuerdos mezclados con fantasía, idealizando parte de sus vivencias y soterrando aspectos y circunstancias que acontecieron hace años. El olvido forma parte de las perspectiva actual de las cosas. No hay recuerdo sin olvido.
El punto central de la película es el recuerdo lo que fue, lo que aconteció. Y, en segundo lugar, lo que pudo haber sido. No es una mirada melancólica, es que el pasado lo es. Es una mirada retrospectiva a un pasado que, en sí mismo, es melancólico. Hay dolor y emoción, pero no resentimiento.
El ojo destructor, el resplandor de la bomba, el hongo de calor, gas y radiación mortal que destruyó 80.000 vidas en tres segundos y cambió el mundo para siempre, tanto el civil como el militar. Nada volvió a ser como antes. La inocencia se perdió para siempre.

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