jueves, 26 de septiembre de 2019

§ 1.702. Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1946)


Hay que saberse muy capaz para rodar este cinta en 1946. Pero es que estamos hablando de un auténtico monstruo del  cine, de un director superlativo, que está en el Olimpo de los más grandes. Insuperable. Es para llorar de lo bueno que es. Es una película perfecta, extraordinariamente bien rodada, con unas sutilidades maravillosas, dulces y eternas... Esto es el cine, en cine es esto.
Es valiente, sincera, honesta y real... como las dificultades que experimentaron los soldados al volver a casa. De todo tipo, físicas y emocionales. 
Obviamente son muy distintas, pero ambas duelen. Y lo que más duele es el olvido, el desprecio... Los remordimientos no existen para los soldados. Hicieron lo que les mandaron hacer. Seguramente no les gustaba, no querían hacerlo, pero tenían que hacerlo. Además, los que les desprecian deseaban que hicieran aquellos que hicieron, y ahí está la gran hipocresía, de la sociedad y de los políticos, que, por cierto, no aparecen.
Obviamente las perspectivas de recuperación son más fiables en aquellos que se encontraban mejor 'colocados' antes de la guerra. El banquero tiene más posibilidades de recuperar su vida que quien ha perdido las dos manos, o quien simplemente era un vendedor de helados. Pero la manera de sufrir no es muy diferente. Encontrar un trabajo  se convierte en una epopeya, en una dificultad difícilmente superable.
Dana Andrews tiene las dificultades mentales más severas, recuerda cosas de la guerra, y tiene sueños violentos. Esta casado con una muñequita guapísima (Mayo) que, obviamente, quiere vivir otra vida...
El banquero lo tiene mucho más fácil, aunque su empleo le perturba. Se encarga de conceder o denegar préstamos bancarios a excombatientes, y no lleva bien su labor.
El elenco de actores es insuperable. Dana Andrews,   mi actor favorito, un magnífico Fredric March, como hombre torturado por lo que pudo ser y no fue, con Myrna Loy haciendo de su mujer. Con Harold Russell, auténtico mutilado de guerra que hizo muy pocas películas pero por esta ganó un Oscar (en realidad dos, el de mejor actor secundario y otro honorífico por patrocinar énfasis y esperanza a los soldados. Con una Teresa Wright como hija del militar, y una Virginia Mayo como feme fatale.
Es perfecta. No sobra un minuto. 
Como director Wyler es insuperable.

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