miércoles, 15 de noviembre de 2017

BERGMAN, Ingmar. Noche de circo (1953)


Todas las películas de Bergman son muy "visuales". La imagen, la escenografía, el atrezo, los complementos pesan mucho en su cine, más que el diálogo o el guión. La cámara, el encuadre, el rodaje se proyecta sobre la imagen, no sobre otros elementos. Es un cine que te tiene que gustar, pero cuando se visualizan determinadas películas no se olvidan. Cada una de ellas tiene un momento inolvidable, el juego de ajedrez en el Séptimo velo, la piedra sacrificar en El manantial de la doncella, o la escena en el mar y la recuperación de la mujer del payaso en esta.
Creo que se trabajan sobre estos elementos, como si fueran planteamientos oníricos sobre los que se edifica toda la película. Se construye desde esta premisa.
Lo que me quiere contar Bergman no lo acabo de comprender del todo. Tiene, como casi todo su cine, varias lecturas. La más propia, la más intuitiva es la que pretende mostrar la diferente forma de sentir el amor entre hombres y mujeres, tranquilidad y equilibrio frente a emotividad descontrolada y pasión sin freno...
Otras pueden ser: la pérdida de pujanza del hombre maduro, que ve cómo otro nuevo, el actor mediocre, se impone a él en la contienda amorosa, o simplemente, la pérdida de identidad de el trabajo del circo, que cada vez que pone una carpa tiene que volver a empezar su propia vida, que dura, una vez más, lo que dura su estancia en esa ciudad.
Es, en todo caso, una película interesante, aunque no tan buena como otras suyas.

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